1: Mara y Lanna. Fantasía de un grupo de amigas.

Serie de relatos sobre un grupo de amigas y una fantasía que no saben que comparten. El primer capítulo va sobre las dos hermanas, y de cómo empezó todo el asunto.

Muchas cosas pasaban por la cabeza de Mara mientras era penetrada simultáneamente por tres hombres que no conocía. Y es curioso, porque ella habría jurado que tenía la mente en blanco. Si acaso, tenía el pensamiento puesto en el bamboleo de sus tetas, en el chapoteo de sus agujeros y en el olor a sudor de la habitación. Los hombres jadeaban sonoramente, y ella gemía. Qué difícil era gemir con una polla en la garganta. Pero cómo le gustaba…

Ni un año atrás, Mara estaba estudiando en su escritorio. Se mordía las puntas de su pelo negrísimo, que hacía contraste con su piel blanca. Llevaba puesto un pijama de algodón color crema. Le quedaba pequeño, pero es que no era suyo. Era de su hermana pequeña Lanna, que tenía un cuerpo mucho más delgado y estirado. Ella era más robusta, y sobre todo mucho más curvilínea. No podía entender cómo podía tener el pecho que tenía, siendo su hermana tan absolutamente plana. Por lo menos había podido utilizar su pijama, porque no tenían dinero en casa para otro nuevo.

Su padre no era rico precisamente, y vivían a base de arreglos de este estilo. A ella no le importaba vestir la ropa de su hermana o tener que fotocopiar los libros, pero lo que no soportaba era tener que compartir habitación con Lanna.

La razón de que pensara Mara en estas cosas mientras se mordía las puntas intentando estudiar, es que Lanna estaba en la litera de debajo morreándose con su novio. O creía que era su novio, porque le había visto con él más veces, pero prefería no preguntar. Por lo general prefería no meterse en la intimidad de su hermana, cosa difícil cuando compartes habitación con alguien que se trae a los chicos a casa.

-Hmmm, sigue así, ahí.

Mara les oía meterse mano y besarse. Se había puesto colorada pero no se atrevía a decirles nada. Otras veces había llevado a otros chicos al cuarto, de hecho bastantes veces, ¡pero nunca habían empezado a darse el lote ahí mismo! -Mara se mordía el labio para no decir nada, y apretaba el boli bic fuerte en la mano.

-Hmmm, me encanta, sigue.

Mara estaba apunto de irse. Si no lo había hecho hasta ese momento era para no tener que verles la cara de camino a la puerta. Se le ocurrió una idea: tosió y carraspeó, como despejándose la garganta. Seguro que ahora iban a cortarse.

Su hermana y el chico, lejos de parar, se besaban y sobaban entre ellos. Lanna no mostraba signos de vergüenza. Pero el chico sí.

-Oye, tu hermana qué? -le susurró.

-Déjala estar, no va a quejarse de nada. Si le molesta que se vaya.

Mara mantenía la respiración al oírles hablar de ella. Como dijo Lanna, en ese momento era incapaz de quejarse de nada. Volvió a llevarse un mechón a la boca e intentó seguir estudiando, oyendo de fondo a la desvergonzada de su hermana.

Al cabo de unos minutos de sobeteos y besos, pararon un momento.

-Abre el cajón de mi mesita, tengo un condón.

-Tía, estás loca. Vámonos a otro lado.

-No quiero. -Mara tragó saliva.-

El chico metió la mano en el cajón y rebuscó dentro, pero no encontró nada.

-Lanna, no hay condones… Vamos a la farmacia y si quieres al aparcamiento de…

-Mara, pásame una tira de preservativos del cajón del escritorio.

Mara estaba petrificada. Pero qué coño estaba haciendo su hermana? No se podía creer lo que…

-Mara, cojones. Te he dicho que me des preservativos.

-Voy. -Mara no pensó la respuesta, abrió el cajón y sacó lo que le pedían. Después, sin girarse, los tiró vagamente hacia la cama.

La siguiente media hora fue de golpeteos y grititos. Mara nunca la olvidaría. Estaba estuporizada, avergonzada y caliente.

Horas después, el chico ya se había ido. Lanna dormía en la litera de abajo, y Mara aprovechó para meterse en la suya. La cama crujió como… como hace un rato. Era increíble, no sabía en qué carajo pensaba la guarra de su hermana. Se había follado a un tío ahí mismo! lo que más le preocupaba no era que haya tenido sexo (y parecía que el chico no lo hacía nada mal) sino el tono que había utilizado su hermana con ella… de alguna manera le avergonzaba… pero le hacía sentir increíblemente caliente.

Metió una mano en su pijama de algodón. Pellizcó uno de sus pezones, que ya estaba duro, y ahogó un gemido. Metió la otra mano entre las piernas, y se encontró más encharcada de lo que creía que estaba. Qué vergüenza… pero…

Lanna en su cama, sonreía contra el cojín escuchando a su hermana meterse dedos en el coño.


Algunos días después, el ambiente por casa era casi normal. El padre viudo de las hermanas no hacía muchas preguntas sobre cosas de chicas. Siempre hacía la vista gorda con esos temas.

Lanna se comportaba con la sequedad habitual. Mara antes era mucho más alegre que su hermana, pero últimamente estaba alterada. Estaba turbada.

Como Mara temía, la situación no terminó ahí. Otra tarde, estando su padre en el salón, Mara intentaba leer un libro mientras Lanna se entregaba al chico del otro día, estaban medio desnudos y se decían todo tipo de guarradas que Mara sólo había visto en el porno. Se notaba húmeda, y el ruido que hacían no lo arreglaba precisamente. Por suerte todavía les quedaban condones, pensó, así que no la involucrarían como la última vez. O eso pensaba ella.

-Tío, qué te pasa? Fóllame, estoy chorreando, quiero que me la metas.

-Joder Lanna, tu hermana…!

-Qué cojones pasa con ella

-Qué crees que pasa, está ahí mismo, me corta el rollo

-Ahora vas a decir que no se te levanta por culpa de mí hermana?

-No es eso, joder.

-Entonces?

-Mira, yo nunca había follado delante de alguien. Estás loca si piensas que me la suda

-Si a Mara no le importa, le caes muy bien. A que sí, Mara?

Mara no podía abrir la boca. Pero lo hizo.

-Sí, Lanna. -Dijo sin apartar la mirada del libro.-

Hubo un momento de silencio en la habitación.

-Ves? Ahora cierra la boca y fóllame.

-Eres una zorra, así no puedo.

-Eres un maricón y no se te levanta la polla. Déjame a mí. -Lanna metió la cabeza entre sus piernas y empezó a hacerle una mamada. O eso suponía Mara por lo que estaba oyendo.

Estuvo Lanna varios minutos comiendo polla, pero por lo que se ve la situación no mejoró. La pequeña chica morena se esforzaba en la mamada, y mira que tenía práctica, pero aquello no funcionaba. Se le ocurrió mirar a los ojos al chico, eso los pone burros, pensó. Pero cuando subió la mirada, se encontró con que el chico estaba mirando las tetas de su hermana. A Lanna le picó la envidia, qué injusto era que su hermana fuera tan tetona y ella tan plana. Se había follado a la mitad de los hombres que conocía, y Mara era una mojigata, pero se moría de envidia por las tetas que tenía ella. La odiaba. Por suerte sabía cómo manejar a su hermana.

-Te gustan las tetas de mi hermana, capullo?

-Eh, no, claro que no… digo sí, Mara, perdona… bueno… -Ella no respondió-

-Mara, ven aquí.

Sorprendentemente, Mara se levantó y fue hasta la litera. Miraba al suelo y tenía los brazos cruzados.

-Baja los brazos. -Mara lo hizo, revelando su pijama de algodón. Se podía ver lo tiesos que estaban los pezones de Mara, y lo avergonzada que estaba ella.-

-Lanna… -empezó.-

-Cállate, tetona. Quítate la ropa.

El pene del chaval se levantó como un resorte apuntando al techo. No pasó desapercibido para ninguna de las dos hermanas. Lanna estaba colérica.

-Te gustan las tetas de la puta de mi hermana? Mara, te he dicho que te quites la ropa.

Mara se llevó la mano a los botones del pijama, y no pensó en nada mientras se los desabrochaba. Cuando llevaba cuatro botones y mostraba un canalillo indecente, paró para mirar al chico. Concretamente a su pene. Era recto y fino. Ella no había visto muchos, pero le parecía bonito… y deseable. Tenía el glande hinchado y caía un hilo constante de líquido preseminal hasta la sábana de la cama.

Entonces Mara quitó los demás botones, y dejó caer su pijama al suelo. Intentó taparse con las manos, pero apenas conseguía cubrir un tercio de sus pechos, que además parecían más grandes por apretarlos contra sus manos. Taparse sólo servía para hacer más pornográfica la escena. Notaba sus pezones duros contra la palma de la mano, y la humedad de su entrepierna caer pierna abajo. Ójala Lanna no le dijera de quitarse el pantalón…

-Tetona, quítate el pantalón.

Sabía que se refería a ella. Quién sino iba a ser la tetona? Pero, por qué estaba obedeciendo? Dios, esto era tan humillante…

Mara dejó de cubrirse y se llevó despacio las manos al pantalón, dejando sus pezones al descubierto, marrones y duros, ignorando la mirada del chico sobre ellos. Tenía la respiración tan agitada que podía verse cómo subían y bajaban sus tetas. La chica morena se bajó los pantalones, y reveló un tanga blanco, transparentado por la humedad que caía pierna abajo a la vista de todos. Mara sólo miraba al suelo.

Pero Lanna aún quería humillar más a su hermana.

-De rodillas, puta.

Mara se puso de rodillas y esperó, mientras los dos la miraban.

-Vas a dejar perdido el suelo, es que no te da vergüenza? Estás chorreando.

-Lo siento, Lanna...

-Límpialo con tu pijama. -Mara cogió su pijama y lo puso en el suelo, bajo su coño goteante.-

-Ves? Ahora no vas a poner el suelo perdido por mucho que chorrees. Mejor ahora, verdad, salido? -Se dirigió al chico, quien no respondió, embobado.

-Bah, hombres. Oye! Tú! Deja de mirarle las tetas a mi hermana. Quieres tocárselas? Ella se va a dejar, verdad?

Mara no sabía si llorar o dejarse manosear. Era lo más humillante que había vivido, pero no por estar de rodillas desnuda delante de un hombre y de su hermana. Ni siquiera por asentir a lo que le acababa de ordenar su hermana. Lo más humillante de todo era que estaba al borde del orgasmo y no sabía ni por qué. Le palpitaba el coño con los latidos del corazón, y tenía unas ganas incontrolables de masturbarse. Y los otros dos lo veían, sobre todo el chico, que apretaba las grandes ubres de Mara entre sus manos. Las apretaba y pellizcaba, frotaba los pezones y pronto pasó a la lengua. Comenzó a chupar, a lamer, a morder, y cuando dejó un chupetón con un fuerte sonido se succión, Mara soltó un gemido.

-Ja! Mira la guarra ésta. Quiere correrse. Quieres meterte los dedos en el coño, guarra?

-Sssí…

-Cómo se pide?

-Cómo..?

-Que cómo se pide, zorra.

-Por favor…

-Por favor qué?

-Por favor, déjame masturbarme…

A Mara le ardía la cara de la humillación, por verse sometida por su hermana pequeña y su propio libido. A pesar de todo, era la que más lo estaba disfrutando. No sabía cómo iba a volver a mirar a la cara a su hermana. Pero eso a Lanna le daba igual, ahora mismo sólo pensaba en disfrutar humillando a Mara delante de ese tío.

-No te dejo. Me da igual que tú quieras meterte los dedos, estás aquí para que te usen, verdad?

El chico sacó la cara de entre las tetas mojadas de Mara, y dijo que su hermana era más puta que ella, que ya decir.

-Tú te callas, gilipollas. Ponte de pie, quiero que mi hermana te chupe la polla.

Mara estaba parada como una espectadora, si no fuera porque sus tetas mojadas estaban llenas de chupetones, y ella misma estaba de rodillas con una mano sobre su sexo. No se sorprendió al tener delante de su cara la polla palpitante del chico, a escasos diez centímetros de su barbilla. Miró a Lanna con una mirada que decía "es necesario…?" y por la expresión de su hermana, sí lo era. Así que con una mano entre las piernas y el otro brazo tratando de cubrir sin éxito sus dos pechos, se metió aquella polla en la boca, la primera de muchas.

Sólo podía ver el pubis del chico. Notaba el glande duro tocando su campanilla, y los huevos del chico rozando su barbilla.

-¡Ja! A la puta se le da bien tragar. ¿De verdad es la primera? Bueno, no me respondas, que te veo ocupada, jajajaja!

El chico la tenía cogida de la coleta, con su órgano metido hasta la garganta. Notaba sus pezones rozar las piernas del chico, y su mano resbalaba sobre su coño. Había alcanzado el orgasmo, pero no sabría decir cuándo. Tenía el clítoris sensible y le parecía que llevaba todo el tiempo en mitad de un orgasmo. Empezó a usar la lengua, tenía curiosidad. Quería saber cómo sabe una polla. Él pronto empezó a sacar la polla, y volverla a meter. Se estaba follando su cabeza como si fuera un melón.

-Tu hermana tiene talento, Lanna. Menuda corrida voy a soltar.

A Mara se le ocurrió una cosa, y se habría puesto roja si no lo hubiera estado ya. Tenía mucha curiosidad… dejó de chupar un momento y dijo con la voz entre jadeos:

-Córrete en mi boca, por favor. Quiero probar el semen...

A Lanna se le giró la sonrisa con malicia.

-De forma que la puta quiere probar la corrida de un hombre, eh? -Cogió la polla del chico con una mano, y la sacó de la boca de su hermana. Mara se inclinó hacia delante buscando la polla que acababan de quitarle, y enseguida se avergonzó.

-Córrete en sus tetas. Y tú, ni se te ocurra probarlo. Tienes prohibido probar el semen de ningún hombre.

Mara soltó un gemido que sonó como una queja, mientras el hombre que tenía delante buscaba alcanzar el orgasmo a medio palmo de su cara. Mara entreabrió la boca, soltando gemidos. Ella misma tenía los dedos metidos en el coño y no tardaría en acabar por enésima vez, pero el chico no terminaba.

-Fóllale las tetas si quieres. Para eso están.

Lo siguiente que vio Mara es el glande del chico asomar desde su canalillo, y sus tetas apretadas contra su miembro como usando el más obsceno de los sujetadores. Pronto empezó a recibir chorros de semen en su barbilla que caían cuello abajo, calientes y húmedos. Todo su escote y canalillo estaban cubiertos de semen blanquecino, y de su pezón derecho caía un hilo espeso hasta su regazo. Se llevó la mano mojada de su coño a las tetas, y recogió con un dedo un poco de la corrida. Sabía que tenía prohibido lamerlo, aunque se moría de ganas. Miró a su hermana, y le ofreció el dedo. Olía a semen toda ella, se sentía como la más usable de las putas.


Las semanas siguientes fueron muy divertidas para Lanna. Habiendo descubierto esta faceta sumisa de su hermana, se le ocurrían mil situaciones morbosas que quería probar. Pronto empezó a elegir la ropa de su hermana: camisetas lisas, a veces de tirantes, escotes en V, cuellos abiertos… siempre de color blanco y de una talla más pequeña de lo necesario. Y dependiendo del día, sujetadores de colores intensos que se veían sin esfuerzo, cuando no ninguno directamente.

-Mara, no crees que ese top es para llevarlo encima de algo? -Intentó preguntar con tacto una compañera de clase un día, haciendo que Mara cruzara los brazos contra el pecho, avergonzada.

En casa era peor. Mara sólo podía llevar el pijama crema de siempre, que Lanna había arreglado a su gusto. Con unas tijeras había reducido la longitud del mismo, hasta que apenas parecía un cinturón la parte de abajo, y la parte de arriba apenas cubría más la parte de abajo de los pezones. Mara tenía que tener cuidado de no agacharse delante de su padre, o terminaría revelando lo poco que tapaba su ropa.

Su padre, como de costumbre, no dijo nada sobre el cambio en la vestimenta de Mara.


Pero lo peor de todo… era la habitación de las hermanas. El chico que Mara creía que era el novio de Lanna no volvió a aparecer, seguro que estaba intimidado. Pero vinieron otros para sustituirle, varios diferentes, todas las semanas. Se follaban a su hermana, y a veces ella le hacía participar en sus juegos. Se servía de Mara para calentar a los hombres y luego rematar ella la faena. Sin embargo, por muchas veces que se corrieran en la cara, pelo, cuello, tetas, vientre, coño, espalda, o ropa de Mara, ésta jamás llegaba a probar su sabor. Se masturbaba varias veces todos los días pensando en recibir una buena corrida en su boca, en tragársela… pero lo tenía prohibido.

Mara obedecía todo lo que le ordenaba su hermana. Hacía tiempo que había dejado de luchar contra ello: era sólo su posición natural. Además… le encantaba ser utilizada por todos esos hombres. En pocas semanas había sido manoseada por encima y por debajo de la ropa por gente que no conocía, en sitios donde normalmente no habría dado un beso. En los baños de hombres de la universidad se había vuelto más que conocida. El pintalabios rojo era su nuevo color favorito. Las que eran sus amigas ya no hablaban con ella como antes, pero ahora había hecho muchos amigos.


Lanna pensó en voz alta: -El sitio de cada uno es el que quiere tener. Si fuera de otra manera, nadie sería feliz. Todo lo que hacemos es porque es lo que servimos para hacer, para lo que estamos hechos. No es así, Tetona?

Mara salió de entre las piernas de su hermana, se relamió los labios, y cuando terminó de gemir, respondió:

-Sí, ama.