Frenesí de verano (2)

Una tarde aburrida de sabado, Sinaí conocio el amor de su vida.

Carlos hablaba y hablaba, levantando la voz para hacerse oír sobre el estruendoso rock que sonaba en la rockcola, acariciando distraído el hombro de Sinaí, mientras se inclinaba sobre la oreja de Alberto, que asentía siguiendo el ritmo. otros muchachos y chicas del lugar se repartían en las demás mesas y junto a la barra del lugar, parloteando y acompañando la música de britney spears con la cabeza, los hombros o las caderas. era sábado por la tarde. una de esas largas tardes de sábado antes del verano, que se arrastran sin rumbo entre el fin del almuerzo y la hora de prepararse para ir al cine, a la discoteca o a las ilegales carreras de motos en la orilla del lago. todo ser humano de este lugar que tuviera entre quince y veinte años de edad, terminaba por dejarse caer en el bar de ferguss. allí podía beber una cerveza, hablar con los amigos, hacer planes para la noche y escuchar las excelentes novedades musicales de la rockola, la única que ofrecía una perfecta y renovada selección del mejor rock que sonaba por el mundo.

Sinaí bebió un sorbo de coca-cola tibia y lanzo una resignada mirada de complicidad a Sara blue, sentada frente a ella y junto a Alberto, al otro lado de la mesa. Sara y Alberto eran novios. También se suponía que lo eran Sinaí y Carlos, y que a su vez Sara era la mejor amiga de Sinaí, como Carlos lo era de Alberto. ese cuarteto de relaciones entrecortadas existía desde siempre; es decir, desde poco antes de terminar la secundaria. y por cierto, Sinaí se sentía bastante satisfecha con aquel arreglo. tener una amiga del alma y un acompañante fijo y fiel, dispuesta a casarse con ella cuando llegue el momento, no son cosas de despreciar cuando se tienen 18 años, en una comunidad tan escasa de oportunidades como lo era este lugar.

Sara respondió con un guiño la mirada de Sinaí. de pronto sus ojos se desviaron en dirección a la puerta, muy abiertos, con un leve movimiento de cejas indico a su amiga lo que acababa de entrar que valía sin duda la pena de ser visto. y por si no estuviera claro, se lamió con la lengua el labio superior, en un gesto de golosa avidez. Sinaí meneo la cabeza, divertida y se volvió.

junto a la puerta, dos chicos estudiaban el ambiente en actitud entre burlona y desafiante. o mejor dicho el chico mas sensacional que Sinaí y Sara habían visto y otro que lo acompañaba. ambos vestían a la manera de los motoristas y llevaban en las manos, como al descuido, dos idénticos cascos rojos. el mas alto de ellos era un ejemplar masculino realmente excepcional, y sin duda lo sabia.

Su cuerpo armónico, atlético, calzaba aquel atuendo de cuero y metal como si hubiera nacido con él. Los ojos grises y entornados, vagaban de un rostro a otro deteniéndose un instante en cada uno, sin expresión. Algo le otorga un aire al tiempo infantil y perverso. Debía tener unos 23 años y sus rasgos oscilaban entre la ternura y la dureza, en los limites de la perfección. Sinaí sabia que todas las muchachas presentes sentían algo similar a lo que le estaba ocurriendo a ella: una cosquilleante fascinación, mezclada con terror a esa atracción desconocida.

El chico sonrió, se rasco detrás de la oreja con su mano y avanzo directamente a la mesa de Sinaí y sus amigos. Su acompañante le siguió.

-hola chicas- saludó- mi nombre es oscar y éste es pedro, venimos del sur.

-hola palomas- dijo pedro entre dientes.

-hola...-musito Sara, con un hilo de voz.

-hemos oído que suelen organizar carreras de motos por aquí.

-habrá una esta noche , junto al lago- intervino Alberto procurando ser amable.

sin mirarlo, oscar le golpeo levemente en el hombro con el guante que acababa de quitarse.

-estoy hablando con las damas- le explicó con suavidad-¿quieres no entremeterte, por favor?

-quizás seria mejor que estos pájaros ahuecaran el ala y nos dejaran el sitio-gruñó pedro- me muero por sentarme y beber unas cervezas junto a estas palomitas.

Carlos carraspeó y aferró el borde de la mesa. sus nudillos estaban blancos. luego hablo con su educado estilo, ligeramente traicionado por la tensión.

-si vinieron a participar en las carreras... son bienvenidos – y aclarando la garganta- pero deben saber que aquí no aceptamos gamberros...

oscar un chasquido de insatisfacción y sin dejar de clavar sus grises pupilas en Sinaí.

-¿lo ves, pedro? Has molestado a nuestro anfitrión-regaño con ironía- siempre te digo que debes cuidar tus modales cuando hables con esta gente, son muy sensibles en esas cosas.

-lo lamento, oscar-dijo pedro en un tono falso- no volverá a suceder.

oscar parece haberse desentendido del incidente y seguía contemplando con descaro a Sinaí, que subía y bajaba las pestañas sin saber que hacer. de pronto él alargo su mano izquierda y recorrió con su dedo índice el contorno del rostro de la muchacha.

-una verdadera belleza- alabó-¿es tu chica anfitrión?

Carlos trago saliva.

-sí, salimos juntos desde hace tiempo-dijo con dignidad.

-¡¡vaya!! Cuídala bien, muchacho.

Se aparto de pronto de la mesa, como si hubiera perdido interés en todo lo que le rodeaba. Su fascinante mirada se entretenía ahora en las lámparas del techo.

-¿ a que hora se inician esas carreras?- preguntó.

-a media noche, junto al muelle viejo- terció Alberto.

-allí nos veremos- prometió oscar, dirigiéndose a la barra.

Su amigo pedro lo siguió, no sin antes dedicar un guiño a Sara. Pidieron dos cervezas en la barra, las bebieron despacio y luego se marcharon, sin volver la cabeza.

Sinaí todavía turbada, oyó el bramido de las motos al ponerse en marcha. Carlos decía algo despectivo sobre los motociclistas vagabundos, pero ella no le presto atención.

en su mente aun brillaba la intensidad de aquellas pupilas grises.

continuará...