La usurpadora (1) Prologo

Una familia bien se desliza por la lujuria, la venganza y el crimen. Una relación entre hijo y madrastra que se convierte en una conjura incestuosa.

La usurpadora

Los hechos que les voy a relatar son todo un conglomerado que darían lugar al mayor de los escándalos de la historia en la alta sociedad a la que supuesto pertenezco. En realidad ya no me importa tanto mancillar mi supuesto apellido paterno como podrán comprobar. Y ya que he tenido que tratar con muchos de esos miembros de esta élite económica mis pecados aunque más espectaculares en forma no distan mucho al fondo de gran parte de lo que hacen muchos de los próceres que lucen palmito en ciertas fiestas para recaudar fondos para una causa benéfica y que pudiéndolo ver con mis propios ojos se ponen ciegos en el cuarto de baño de todo tipo de estupefacientes y que planifican con sus colegas la siguiente juerga en algún puticlub de lujo. Es de dominio público que muchos de ellos tienen muchas acciones en empresas armamentísticas que posteriormente tienen entre sus principales clientes indeseables como diversas bandas jihadistas como Boko Haram. Aunque la sociedad me juzgue con dureza en mi fuero interno mis compañeros de alta sociedad están muchos de ellos manchados de sangre aunque no lo quieran reconocer. ¡Hipócritas!

Lo quiero dejar bien claro. Lo mio no fue por dinero, no pasaba por mi mente en esos instantes cuando hábilmente manipulé el liquido de frenos del automóvil. Era odio, era venganza, era algo totalmente personal. Para mí un asesinato solo merece la pena si es por esto, no por dinero. El dinero fue un resultado totalmente inesperado. Se puede decir que la historia de nuestra familia es el ejemplo perfecto de disfuncionalidad con ciertos rasgos dignos de un tabú freudiano. Tras varios años ya puedo estar tranquilo de que he conseguido el crimen perfecto y que en mi caso me ha compensado con creces.

Debo poner en antecedentes al lector. Toda esta tragedia griega comenzó muchos antes. Muchas veces me llegan a la mente pensamientos acerca de porque se casaron mis padres. Desde que tengo memoria siempre percibí una enorme disparidad de caracteres entre ellos. Quizás tuviese bastante que ver mi madre procediera de unos orígenes más humildes que mi padre, heredero de un gigantesco holding industrial multinacional. Mi madre era la dulzura personificada, siempre la recuerdo con un cierto halo angelical. Una sonrisa perenne que me dedicaba, que me reconfortaba y que me hacia sentir seguro de mi mismo. En cambio las afortunadamente escasas presencias de mi padre eran como la llegada del terror personificado. Como el uso de la correa sobre mis carnes ante la mas nimia de las escusas como no terminar de comer un plato. Mi vida como alumno era el mayor estrés imaginable, un nota inferior a sobresaliente y la paliza estaba garantizada. Lo peor no era lo mio sino que madre salia en mi defensa en su afán de protegerme era la que luego recibía los golpes. Todavía los recuerdo y aquellos bofetones se me clavan en el corazón. Años después entendería su actuar, no era más que un sádico que luego encontró otro forma y persona en la que desfogarse. A veces tiemblo al pensar que quizás he heredado parcialmente su tara.

Los acontecimientos se aceleraron con la llegada de mi pubertad. A los 14 años de manera fulminante mi padre le presento el divorcio a mi madre. A pesar de que la convivencia distaba mucho de ser la ideal aquello significo un shock para ello. Aún fue más, y para mi, las condiciones con las que se ofrecía la separación. Prácticamente la dejaba a nivel económico con una mano por delante y otra por detrás, haciendo uso de la clausula de separación de bienes pre-matrimonial. Peor era aún el tema de custodia sobre mi. Gracias a sus influencias consiguió que el caso lo llevara un juez favorable a sus intereses, probablemente comprado. El régimen de visitas era absolutamente draconiano. Mi familia materna pasaban a ser apestados. Escuche a muchos oír sandeces acerca de quien mejor que él para realizar mi educación. Mientras las maledicencias trataban a mi madre como una loca. Una campaña de calumnias que gracias a documentación que tuve acceso posteriormente averigüe que fue comprada por mi padre. Como no.

Todo aquel acoso y el poco contacto con pudo disfrutar de mi le provoco una terrible depresión. Me siento terriblemente culpable de no haberlo visto venir. Mis seres queridos me dicen que yo era aún un niño y no estaba en mi mano hacer nada para evitar su suicidio. Eso no me resulta de consuelo cuando en algunas noches me revuelvo en la cama sudando mientras sueño con su rostro como si de un fantasma se tratase y grito desesperadamente “¡Madre!”

Pude leer la nota de suicidio. A pesar de la dureza de mi educación no pude reprimir las lagrimas. Cada párrafo, cada frase, cada palabra, cada sílaba, cada letra eran como un puñal en mi corazón. Se sentía desolada por el abandono, por las injurias, por la perdida de su hijo. Maldecí mi nombre por no haberla protegido. Por no haber mandado al infierno a mi padre. Por un instante pensé en acompañarla allá donde estuviese pero una voz interior, quizás ella desde el otro mundo, me inquiero a luchar.

No tardo ni 3 semanas mi progenitor en realizar un ofensa sobre mi madre del cual no le perdoné. Era una gota más sobre el vaso de mi paciencia. A regañadientes asistí al evento y me enteré de la afortunada. Ya conocía a la susodicha. Era una tal Nadia. Era la secretaria de mi padre. Aquello me dejo con la mosca detrás de la oreja. Con el cadáver de su ex aún caliente y un divorcio relativamente reciente había que ser muy idiota para no unir los puntos. Solo un tiempo después obtendría la verdad en toda su extensión. Hice de tripas corazón y mientras todos festejaban con alegría cínica la unión yo apretaba los puños, bajaba la cabeza y me mordía los labios hasta casi hacerlos sangrar. Ya en aquel momento conocí a la hermana de Nadia, Abigail. Y a la que era mi prima no carnal, Sabina. La cual solo era unos pocos meses más joven que yo. En cambio su madre era una mujer despampanante que lucia un cuerpo espectacular tremendamente atrayente de sus más que cuidados 34 años en esos momentos. A pesar de dicha edad ya iba por su 5º matrimonio. Siendo Sabina el resultado del primer enlace. Le acompañaba su esposo, un hombre francamente más mayor. Abigail había ganado una fama bastante bien merecida de dar braguetazos. Por cada divorcio aumentaba su cuenta corriente. Lo que le permitía tener un gran tren de vida. Lo cual no ponía ningún reparo en mostrar con un claro recargado en abalorios.

En aquel momento no preste mucha atención a Sabina. Pero con el tiempo pude averiguar que en cierta forma era el reflejo especular de mi. Odiaba a su actual padrastro así como a los tres anteriores. Ella no tuvo recuerdos de su padre, un humilde albañil que murió en un accidente laboral siendo ella prácticamente un bebe. El hecho de verse como madre viuda a tan temprana edad y saberse extraordinariamente atractiva para el sexo masculino le forzó en cierto modo a iniciar su imparable carrera de seducción no muy distinto a la prostitución de muy alto standing. En cambio su hija quería a su madre y aceptaba no sin cierta resignación los continuos cambios de pareja de su progenitora.

La llegada del nuevo miembro a la familia me descolocó. Nadia era cariñosa y trataba de mostrarme afecto. Yo lo interpreté como un intento de camelarme y la rechazaba.

  • ¡Apartate! ¡Tú no eres mi madre!

  • ¡Alfredo! - gritó mi padre

Aquel bofetón que recibí fue una llamada de atención para seguir fingiendo.

  • ¡Nadia es tu madre! ¿Esta claro?

  • Si, padre.

Nadia en realidad trataba de crear una relación afectuosa madre-hijo entre nosotros. No había ninguna maldad detrás de sus palabras y caricias. Solo me percaté de ello cuando ya era tarde. El odio que estaba anidando en mi interior me cegó.

Después de ese golpe algo cambio en mi padre cuando percibió que yo aceptaba a su nueva esposa. Dejo de ser el tirano que me maltrataba a todas horas y pareció adoptar ya un rol de padre más estándar. Tomándome como un heredero de lo que era su “reino”. Ya no me presionó tanto con las notas, pero en cambio no paraba de darme continuas charlas sobre como llevar su holding. Horas enseñándome los organigramas sobre los puestos claves. Como controlar los aspectos fundamentales de la economía. Ni que decir tiene que recibí unos cursillos intensivos de contabilidad y dirección de empresas. Yo asentía a todo el entusiasmo que dedicaba en mi instrucción. Parecía feliz y contento como verme ahora como el futuro de las empresas de la familia. Ya había planificado que tenia que hacer en los próximos 10 años. Terminar el instituto, bachillerato, grado de administración de empresas, un master MBA en Harvard. Aún así insistía en que no me preocupase. El holding estaba perfectamente engrasado y era una maquina eficientemente diseñada para producir dinero sin apenas supervisión. Yo intentaba contener la risa por su jactancia. Aunque el cabronazo tenía razón. El consejo directivo sabe lo que hace.

El exceso de confianza mata. Y eso fue un error fatal en él. Habían pasado3 años y ya me veía como un hijo que hubiese olvidado todo. Me dio acceso a su red interna y a base de mucho tesón y mucho trabajo pude piratearla. Conseguí decodificar ciertos archivos claves almacenados en la carpeta “Alto secreto”. Y al fin se me abrieron los ojos y pude confirmar lo que solo antes eran puras especulaciones. Pero lo que encontré era mucho más de lo que me imagine encontrar. Accedí a las grabaciones de como compro a los directivos de los medios de comunicación locales para que lanzaran libelos a mi autentica madre. Pero lo peor fue cuando abrí un archivo de video con fecha anterior al divorcio. Habían dos protagonistas. Uno de ellos era mi padre, el otro mi actual madrastra. Al visualizarlo y sobre todo percatarme de la fecha de la grabación la ira estalló en mi mente. Y en ese instante decidí abrir la caja de Pandora de la venganza. Pero como suele ser habitual con el mítico recipiente, las consecuencias son inesperadas y el camino de la revancha da lugar a una depravación que ya parece que no puede tener fin.

En el video aparecía primero Nadia, pero iba vestida de una manera peculiar, casi desnuda. Mostrando sus más que preciosos pechos. No demasiado grandes, pero apetitosos para ser cogidos. Viéndolos en la pantalla ya empecé a verla como mujer y deseaba agónicamente posar mis manos sobre sus protuberancias. Estrujarlas, sobetearlas, chupetearlas, hasta morderlas. Sus pezones estaban erguidos. Mi mente se derretía en pensamientos lujuriosos de apretarlos, chuparlos como si de yo fuese su hijo de verdad en el momento de la lactancia. En ciertos planos se percibía que tenia su sexo afeitado a la perfección. Quise vender mi alma al diablo por meter mi cabeza entre sus piernas y sacarle hasta el último de sus jugos.

Mi madrastra estaba disfrazada con una indumentaria de estilo ligeramente fetichista. A pesar de su casi total desnudez portaba una correa en su cuello con un gancho sujeto a una cuerda. En las piernas portaba una medias muy sexys. Alguien sujetaba el extremo de la cuerda dirigiendo a Nadia cual sumisa. Apareció en el plano de la cámara y era el cabrón de mi padre. Cogió los brazos de la desgraciada y los sujetos a un gancho que colgaba del techo para inmovilizarla. Tomo una vara y con una gran rostro de satisfacción golpeo una y otra y otra vez la espalda de Nadia. Pero esta a pesar de sus evidentes gritos de dolor no daba señales de oponerse a la situación. Sino todo lo contrario, estaba disfrutándola. Intercambiado los gritos de dolor con los gemidos de placer. Peticiones de clemencia con otras de más. El castigo fue breve, como si fuese conocedor de que esos castigos no debiesen prolongarse en el tiempo. La desato y con la mano en el hombro la inquirió a que se arrodillase para proceder a que le hiciese una felación. Nadia no puso reparo en introducirse profundamente el miembro aunque daba muestra de atragantamiento en ciertos momentos provocados por las embestidas de la pelvis del receptor. Ella parecía llevarse la mano a su sexo y masturbase frenéticamente. La situación parecía que ya les estaba llevando a sus máximos a los dos de forma que a mi padre eyaculo en su boca en relativo poco tiempo. Nadia pareció no hacerle ascos a eso sino que además continuo metiéndose el pene en la boca hasta que sus gemidos y temblores eran perceptibles.

En ese momento el bastardo de mi padre miro a la cámara y sonrió, como si fuese conocedor de donde estaba situada. Por el plano sospeche que estaba oculta que era un picado elevado. De todas formas aquel sitio en aquel momento no me resultaba familiar. Aquella risa parecía dirigida hacia mi. Era una burla en toda regla hacia el recuerdo de mi madre biológica. Juré que lo iba a pagar. Sangre con sangre se paga. Pero lo mataría cual cerdo, como un misero animal. Nada de ir de frente. Él no lo hizo con mi madre, yo no lo haría con él.

Nadia también formo parte del destino de mi furia. Aunque estaba claro que ella no estaba directamente detrás de la muerte de mi primogénita. Pero en algo si que era culpable. No sé cuenta tiempo estuvo detrás mi padre de Nadia. Es posible que el matrimonio de mis padres se destrozase por su culpa. Ella había ocupado el lugar que le correspondía por derecho a mi madre. Ella era una usurpadora. Y le daría lo que tanto le gustaba.

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