Mi primera aventura
A veces, las cosas que siempre les pasan a otros, me pasan a mí
Cuando empecé a escribir, hace unos años, y me di de alta en
todorelatos.com
, no dejé visible mi correo en mi perfil. Y aún no está visible. No buscaba, ni busco ( jeje, los dedos los tengo cruzados) contactos. Tampoco está visible en mi blog.
A pesar de ello, algunos lectores han querido ponerse en contacto conmigo y me facilitan sus correos. Tanto hombres como mujeres. Y tanto a los hombres como a las mujeres, siempre les contesto. A las mujeres con más cariño, claro!
La mayoría de las veces la cosa no pasa de saludos, de conocernos un poco más. Otras veces me han pedido que le haga algún relato. Recuerdo a Diana y su 'La niña buena', o a una amiga suya con 'La lectora'. Para Danii hice 'No te voy a dejar huir de mí '. A pesar de que tengo mucha imaginación, me encanta que los lectores me den ideas nuevas. Y no sólo han sido chicas. La serie 'La uróloga' me fue sugerida por Galisex, que creo que es hombre.
Con otros, más bien con otras, sigo en contacto. Me inspiran. Felicia, 'Cambio' y 'Dominada', entre otros. Giselle, 'La virgen', y Erika, 'Por una boca'.
Yo vivo en España. Ellas, bastante lejos. Siempre me he preguntado qué pasaría si entrara en contacto con alguna lectora que viviese cerquita. Lo que van a leer trata precisamente de eso. De cómo conocí a una lectora de mi mismo país. Si lo que les cuento es verdad o sólo fruto de mi calenturienta cabecita, lo dejo a su elección.
...
"Hola Abe. Tu relato me ha encantado. Me has hecho estremecer con tus palabras. Has conseguido que los personajes sean muy creíbles. Espero no parecerte una entrometida si te doy mi dirección de correo y me escribes. Me encantaría poder hablar contigo. Mi correo es ...... Besos, Marisa".
Siempre que algún lector/a me deja su e-mail, le escribo, dándole las gracias por sus palabras. A Marisa le contesté que muchas gracias, que de donde era...Lo típico.
Me sorprendí bastante cuando me dijo que era de Madrid. Siempre son de América, tanto del norte como del sur. Marisa era una de las pocas que estaba cerquita. Bueno, relativamente cerca. Sólo a 3.000Km!!!.
Hay veces que a un extraño le cuentas cosas que jamás le contarías a un conocido. Marisa, en su tercer mail, me escribió lo siguiente:
"Abe, si te pedí poder hablar contigo fue para darte las gracias. Me explico.
Soy, como te dije, de Madrid. Y estoy casada, desde hace 15 años. Ahora tengo 35. Como ves, me casé muy joven, pero estaba muy enamorada de mi marido. No tenemos hijos. Los buscamos pero no llegaron.
Al principio todo fue bien, pero desde hace tiempo nuestra relación ha ido empeorando. Lo primero que se resintió fue el sexo. Cada vez me apetecía menos hacerlo con él. Lo encontraba monótono. Mi deseo se fue apagando, y llegó un momento en el que, simplemente, dejamos de hacerlo.
No sé si fue culpa mía o culpa suya. Quizás de los dos. El insistía en tener sexo, y yo siempre le decía que no, que no tenía ganas. Hasta que un día, dejó de pedírmelo.
Poco a poco nos fuimos distanciando cada vez más. Llegué a pensar que todo había terminado, que lo mejor era separarnos. Pero era demasiado cobarde como para hablar con él.
Siempre me ha gustado leer. Casi de todo. No recuerdo aún como, pero un día buscando en google, uno de los resultados me llevó a tu blog. En cuanto vi que era de relatos eróticos, lo cerré. Nunca había leído nada así. Seguí navegando por otras páginas, pero me picó la curiosidad y volví a la tuya. La miré por encima. Vi las distintas categorías. Algunas no me llamaban la atención lo más mínimo, como las de filial.
Me decidí por erotismo y amor. Te confieso que tu relato llamado '¿Por qué me quieres?' me hizo llorar. La historia me enganchó desde el principio. Y el sexo se describía con gusto. Te comenté que la categoría filial no me interesaba, pero tienes en erotismo y amor un relato que también es filial, 'El regalo'. También me conmovió.
Agregué tu página a mis favoritos.
Días después, volví. Quería seguir leyéndote. Aparqué mis prejuicios y empecé a leer de todo. Tienes relatos suaves, y relatos con gran contenido sexual. Empecé a leer 'Miradas'. Aunque es filial, y relata relaciones de un hijo con su madre, lo que me atrapó fue el morbo con que lo trataste. Me imaginaba esas miradas entre los dos. Las miradas que hacía tiempo que no nos cruzábamos mi marido y yo.
Y... Oh Abe...tengo que confesarte que me excité. Hacía mucho que no tenía la sensación de notar como mi sexo se mojaba. Como mis pezones se endurecían. Continué leyendo y me masturbé. Hacía tanto tiempo que no tenía un orgasmo que cuando mi cuerpo estalló fue maravilloso.
Y fue gracias a ti. Al principio te dije que quería darte las gracias. Sólo por el placer que obtuve leyéndote ya sería suficiente para date mil veces gracias, pero...hay más.
Esa noche, estábamos los dos acostados. Como últimamente, dándonos la espalda y cada uno en su lado de la cama. A mi mente vino tu relato. Volvieron las sensaciones que me produjo su lectura. Volvió la excitación, la humedad a mi sexo. Recordé como Felicia, la protagonista de la historia, estaba como yo, excitada en la cama, al lado de su marido. Excitada por su hijo, no por su esposo. Yo estaba excitada por tu relato, no por Juan, mi marido.
¿Pero importa el por qué? Tenía a mi lado al hombre que amé. Al hombre que todavía amaba. Me di la vuelta y me abracé a él. Sentí su calor. Noté que se ponía tenso. No se lo esperaba. Como tampoco se esperaba que yo alargase una mano y la llevase a su entrepierna.
Yo, en el sexo siempre había sido más bien pasiva. Nunca tomé la iniciativa. Pero estaba tan excitada, y más al sentir como en mi mano se endurecía su miembro. Lo masturbé. Él se dio la vuelta y me besó. Un beso apasionado, que me hizo estremecer de pies a cabeza. Entonces hice algo que jamás había hecho. Le susurré al oído: Fóllame mi amor. Fóllame.
Te aseguro que me ruboricé al decirle aquello, pero a él lo encendió más.
No te voy a cansar con los detalles, pues tú eres el escritor y los describirías mucho mejor que yo. Sólo te diré que hicimos el amor como nunca. Esa noche, volví a dormir abrazada a mi marido.
Sigo leyendo tus relatos. Sigo excitándome con ellos. Y sigo haciendo el amor con mi marido. Creo que mi matrimonio se ha salvado gracias a ti. Que tenemos una nueva oportunidad de ser felices.
Abe, gracias, gracias. Nunca podré agradecerte bastante lo que has hecho por mí.
Besos,
Marisa ".
Me sentí muy bien leyendo su largo correo. Había salvado un matrimonio. ¡ Joder ! Nunca imaginé que mis relatos consiguieran algo así. Le contesté que estaba encantado de haberla ayudado.
Nos seguimos intercambiando correos. Me contó cosas de su vida, yo de la mía. Nos fuimos conociendo. Un día le propuse que en vez de intercambiar correos, si quería podríamos chatear. Me dijo que sí y nos pusimos de acuerdo en un punto de encuentro.
Hablábamos de muchas cosas. Me comentaba mis relatos, me preguntaba por los que tenía en mente. Era muy agradable hablar con ella. Por supuesto, el tema del sexo salía a menudo.
-Hola Abe. ¿Cómo estás?
-Muy bien, Marisa. ¿Y tú?
-Contenta, feliz.
-Me alegro.
-Ayer leí tu relato de 'La uróloga'.
-¿Te gustó?
-Ummm sí. Mucho.
-¿Te excitaste?
-Siempre me excito con tus relatos, Abe.
-Jeje, eso me gusta.
-Pillín.
-¿Te...tocaste?
-Siempre lo quieres saber todo.
-Ya me conoces. Soy muy curioso.
-Jajaja. Lo sé.
-Dímelo.
-¿El qué?
-Si te tocaste.
-Sí... me toqué.
-Ummmmm ¿El qué?
-¿Cómo que el qué? ¿Qué crees tú?
-Pues...tu coñito.
-Sí.
-Pues dímelo.
-Me da vergüenza.
-Jajajaja. ¿Cómo que te da vergüenza? Sólo tienes que escribirlo, no decirlo. Nadie te está viendo.
-Está bien. Me toqué el... coñito.
-¿Ves? No pasa nada.
-Uf, si hasta creo que me he puesto roja.
-Jajajaja. Oye, Marisa, ¿Harías algo por mí?
-Depende, Abe.
-No es nada raro. Sólo quiero que me digas lo que hiciste ayer. Pero no uses palabras como tocarte o masturbación. Usa palabras más..calientes.
-Eres malo...
-Porfi...
Hubo una larga pausa. Por fin, escribió
-Abe, ayer, leyendo tu relato me puse cachonda y me hice una paja hasta que me corrí. Uf!, ahora sí que estoy colorada.
-Ummmmmmm Seguro que estás preciosa toda colorada.
-No soy preciosa. Soy del montón.
-Yo también. ¿Por qué no me mandas una foto?
-No sé...me da miedo.
-Si no quieres, no pasa nada.
-Me lo pensaré
-Vale.
Seguimos hablando y al poco recibí un mensaje suyo con un fichero adjunto. Era una foto suya. No es que fuera una belleza, pero desde luego era una mujer atractiva. Se la veía no muy alta, morena. Su sonrisa sí era preciosa. Le contesté con una foto mía. Ya nos habíamos puesto cara.
-Marisa, me gustas.
-Y tú a mí. Eres guapo.
-Jajaja. Desde aquí oigo como tu nariz va creciendo.
-Es verdad. Tienes algo. Cara de buena persona.
-Bueno, malo no soy, la verdad. Oye, y...¿Por la noche? ¿Hubo fiesta con tu marido?
-Jajaja. Sí. Desde que te conozco y te leo estoy muy...cachonda.
-Es es tu maridito el que obtiene el premio.
-No me entiendas mal. Es verdad que me excito mucho leyéndote. Pero también me excito con él. Lo deseo a él. Lo quiero con locura.
-No tienes que explicarme nada, Marisa. De verdad que lo entiendo Mis relatos no son más que el detonante, la chispa. Luego son los dos los que están en la cama. Yo ya no existo.
-Bueno, no siempre es en la cama. A veces no llegamos y lo hacemos en el salón.
-Dilo como me gusta.
-Grrrrr. ¡Como eres! ...A veces...follamos en el salón.
-EA!
-Es extraño. Ya te dije que me excitó mucho el relato y que me...ejem...hice una paja...
-Sí...
-Lo extraño es que el tema de ese relato, el sexo oral con la eyaculación en la cara, es algo que nunca he hecho.
-¿Nunca?
-Pues no. No me llamaba la atención, y Juan nunca me lo pidió. Quizás porque, ya sabes, siempre fui pasiva.
-¿Se la chupas?
-Sí, eso sí. Pero sólo como..entrante. Después, follamos.
-El primer relato que publiqué, hace años, aunque era filial, trataba básicamente de una mujer que le pedía a un hombre que se corriera en su cara. Que fueran madre e hijo era solo un añadido.
-Sí, lo leí. Se nota que era de los primeros.
-Jajaja. Sip. Creo que he ido mejorando con el tiempo.
-Mucho.
-Gracias :)
-En muchos relatos tuyos el hombre termina en la cara de la chica.
-Todos tenemos algo en el sexo que es lo que más nos excita. No sé por qué, pero en mi caso, es eso. ¿Por qué no lo pruebas? A lo mejor te gusta. Y te aseguro que a tu marido le va a encantar.
-¿Tú crees?
-Estoy seguro.
-Quizás lo intente.
-Si lo haces, dile palabras cachondas. A los hombres nos gusta que las mujeres nos digan guarradas
-Jajaja. Lo intentaré. Bueno, Abe, como siempre, me ha encantado hablar contigo.
-Y a mí contigo
Nos despedimos ese día. Al día siguiente, recibí un correo suyo.
"Abe!!!
Te comía a besos. Hice lo que me dijiste. Estoy ansiosa por hablar contigo esta tarde y contártelo todo. Hasta luego.
Un besazo
Marisa"
Los dos trabajamos por las mañanas, así que sólo chateamos por las tardes. La esperé hasta oír el CLINK indicando que entraba al chat.
-Hola Abe
-Hola Marisa. ¿Cómo estás?
-Ummmmmmmm Abe. ¿Qué me estás haciendo?
-¿Yo? Nada.
-Algo me estás haciendo. Mi vida es cada vez más maravillosa. Cada vez amo más a mi marido. Cada vez disfruto más con él. Y el conmigo. Otra vez tengo que darte las gracias.
-A ver, a ver..explícate.
-¿Recuerdas lo que hablamos ayer?
-Sí.
-Pues lo hice.
-¿En serio?
-Sip
-Cuenta, cuenta
Me contó que estando en el salón se empezó a besar con su marido. Que empezaron a acariciarse. Que le sacó la polla y lo masturbó mientras él le acariciaba las tetas. Le pidió que se pusiera de pie, delante de ella y que se arrodilló a sus pies. Él la miraba asombrado y muy excitado.
Me contó que se la empezó a chupar, a pasar por la cara. Que como había leído en mis relatos, le miraba a los ojos. Y que le dijo 'guarrerías'. Le dijo que le gustaba mucho su polla. Que le encantaba mamársela, y que quería que se corriese en su cara, que se la llenara con su leche.
Me contó que con una mano agarraba la polla mientras que con la otra se tocaba el coño. Que estaba muy cachonda. Y que lo que más le gustaba era la cara de placer de Juan.
Me contó que él no pudo aguantar mucho. Que se corrió gritando de placer, y que ella misma estaba tan excitada que cuando empezó a sentir cómo el semen le golpeaba la cara, también se corrió. Que cerró los ojos y sintió como su cara se fue cubriendo de la abundante corrida de su marido. Que lo oía gemir de placer como nunca lo había hecho.
-Abe, cuando abrí los ojos y lo miré, su cara era de puro placer. Él me miraba casi con adoración. Creí que me iba a sentir, no sé, como humillada, como rebajada, pero no. Me sentí muy bien. Había hecho algo que a mi marido le había gustado, y a mi hacerlo por él.
-De eso se trata, Marisa. De hacer aquello que al otro le gusta, y que el otro haga las cosas que nos gusten. Buscar las cosas que les gusten a los dos.
-Lo que hizo después me dejó descolocada. Pero...ummmmmmmm en ese momento lo amé con locura.
-¿Qué hizo?
-Se arrodilló a mi lado, Abe. Se arrodilló a mi lado y me besó. No le importó que estuviera con la cara llena de su semen. Me besó con pasión. Me dijo que me amaba. Soy tan feliz, Abe. Gracias.
-Mujer, deja ya de darme las gracias. Yo no hice nada.
-Sí hiciste. Me cambiaste. Me estás haciendo más abierta.
-Bueno, ya eras así. Yo sólo te di ideas.
-Hay más.
-¿Más?
-Sí. Esta mañana, antes de irse al trabajo, me comió el coño. Me hizo correr varias veces. Y luego me pidió que se la mamase, que deseaba correrse otra vez en mi cara. Que quería marcharse a la oficina con la imagen de mi cara llena de su leche.
-Ummmmm te habrá dejado preciosa.
-Jajaja. Eso mismo me dijo.
-Marisa...me estás poniendo malito
-¿Malito?
-Caliente. Me estás poniendo cachondo.
-¿En serio?
-En serio. Ya sabes la imaginación que tengo. Me imagino las cosas que me has contado y... la sangre acude a mis partes bajas.
-¿La tienes dura?
-Sip.
-¿Cómo es?
-¿Cómo es que?
-Tu polla.
-Pues....preciosa! jajajaja.
-Jajajaja.
-Una polla. No es pequeña, pero tampoco es una anaconda. Creo que la medida perfecta. Ah, eso sí. Es muy cariñosa.
-Jajajaja. Me haces reír Abe.
-Eso es bueno. La risa abre la mente.
-Que profundo.
-Sí. No tiene sentido, pero es profundo! Jajajaja.
-Jajajaja. Otra vez. Se me saltan las lágrimas. Oye...Abe...
-¿Sí?
-Uf, debo de estar loca. Hasta roja me he puesto.
-¿Por qué?
-Porque...quiero una foto tuya.
-Ya te mandé.
-Sí, pero la quiero de esa parte tuya tan cariñosa.
-Pídemela como sabes que me gusta.
-Abe, quiero una foto de tu polla.
-¿Y qué me darás a cambio? -¿Qué quieres?
-Lo mismo.
-Jajajaja pero yo no tengo..polla
-Jajajaja. Ahora me has hecho reír tú a mí. Quiero una foto de tu coño.
-Tú primero.
-Vale. Dame un minuto.
No sé si tendré algo de exhibicionista, pero la idea de hacerme una foto y mandársela me excitaba mucho. Apunté, busqué mi mejor 'perfil' y luego transferí la foto del teléfono al ordenador. Se la mandé.
-Ya
-Voy a verte.
-Ok.
...
-Ummmmm Abe... Me gusta tu polla. Es preciosa. Pero....
-¿Pero?
-¿Cómo sé que es la tuya y no una que has bajado de cualquier página?
-¿No confías en mi?
-Sí, claro.
-Espera.
Cogí un papelito y escribí su nombre. Lo puse al lado de mi pequeñín y saqué otra foto. Se la mandé.
-Ummm ahora sí que sé que eres tú, Abe.
-Pues ahora quiero mi foto.
-Estoy nerviosa. Nunca he hecho nada como esto. Espera.
A los pocos minutos recibí la foto. Era una foto de ella, porque, como yo, había escrito mi nombre en un papelito. Tenía las piernas abiertas. No estaba depilada, cosa que me gusta, pero no lo tenía salvaje, sino arregladito. Y su lindo coñito parecía mojado.
-Que cosa más linda, Marisa.
-¿Te gusta?
-Uf, a mi sí. A mi polla, le encanta.
-Jajajaja.
-¿Estás mojada?
-Sí.
-Me encantaría que te hicieras una pajita ahora.
-No sé Abe. No sé si está bien esto.
-¿Por qué? ¿Por tu marido?
-Sí.
-Lo has hecho leyendo mis relatos. ¿Qué diferencia hay? Esto es sólo un juego. Una manera de aumentar tu excitación. Yo lo considero masturbación más que infidelidad. Pero, si no quieres, no pasa nada. Lo entiendo.
-Si lo hago...¿Lo harás tú también?
-Ummm, Marisa...ya lo estoy haciendo.
-Y yo. Estoy muy caliente Abe. Dime lo que me harías. Como si fuese un relato.
-Ya sabes lo que más me gusta.
-Sí. Dime como me lo harías.
Le describí mis pensamientos. Le dije que la acostaría en la cama, boca arriba, y que yo me arrodillaría junto a su cara. Que se la acariciaría con mi polla, pasándosela por la frente, por los párpados, por la nariz y, finalmente, por los labios. Que le diría que me la chupara, que me la lamiera. Y que yo alargaría una mano hasta llegar a su coñito. Que mientras le follaba la boca, mis dedos no pararían de recorrer su húmeda y caliente rajita. Y que aguantaría el placer que su boca me daba hasta sentir como ella se corría. Que sólo entonces sacaría mi polla de su boca para correrme sobre su linda carita. Que se la dejaría preciosa. Y que como hizo su marido, la besaría, pero que además, como mi propia lengua, con mi boca, recogería mi semen para dárselo, para que se lo tragara.
-¿Te ha gustado?
-Ummmm Abe...ha sido...uf. Maravilloso. Me he corrido. ¿Y tú?
-Sí.
-Uf, estamos locos, Abe
-Te mando una cosita.
Lo que le mandé era una foto de mi polla, agarrada con una mano cubierta de mi semen, fruto del orgasmo que compartí con ella. No olvidé el papelito con su nombre.
-ABE!!!!! Te has corrido por mí.
-Ya te lo dije. Esta noche échale un buen polvo a tu marido, a mi salud.
-Lo voy a dejar sequito, Abe. Me has puesto muy cachonda.
-Jajaja. Tipo con suerte, tu Juan.
-Creo que tiene mucho que agradecerte.
-Nah!
-Sí.
A partir de ese día nuestra relación se hizo más sexual. Ella me contaba como lo hacía con su marido. Como el sexo entre ellos ahora era maravilloso. Que lo hacían casi todos los días. Que él le confesó que siempre había querido correrse en su cara, pero que no se atrevió a pedírselo por temor a que le dijera que no. Que ella había cambiado. Que ahora la amaba más que nunca, que la deseaba más que nunca.
Hablaban mucho. Ella le dijo que no tuviera miedo de pedirle lo que deseaba. Que darle placer le daba a ella placer. Que muchas veces hacían el amor despacito, con ternura, y que le encantada. Que otras veces lo hacían de manera salvaje, y que también le encantaba.
Él le pidió sexo anal. Ella se lo permitió, y aunque al principio le dolió, sintió placer. Se la comió a besos. Ella le pidió jugar. Que le tratase como a una desconocida. Y que se la follase bien duro, diciéndole palabras fuertes.
Muchas veces nos masturbábamos juntos. Le pedí más fotos. Fotos de como se metía los dedos en el coño, en el culito. Fotos de ella a cuatro patas sobre la cama, mostrando su coño abierto, mojado, y su precioso culete. De sus tetas. Incluso le pedí fotos de ella jugando con un vibrador. Todas me las mandó. Yo a ella también le mandaba fotos. Y hasta me grabé algunos videos en los que me masturbaba hasta correrme, diciéndole cositas. Me excitaba pensar en lo que ella pensaría al verme.
El siguiente nivel fue mostrar nuestros rostros. Ya nos conocíamos las caras, pero en las fotos de contenido sexual, hasta ese momento, nunca salían nuestras caras. Tanto ella como yo confesamos que ese paso nos costó, pero lo hicimos. No es lo mismo una foto o un video sin caras, que si cae en malas manos nadie sabría de quien son, que unas fotos en donde salíamos completos. Pero confiábamos el uno en el otro.
Ella ya no tenía dudas sobre nuestra relación. Entendió que era sólo un juego. Un juego que la estaba ayudando en su vida real. Un día se me ocurrió una cosa. No sé cómo no se me había ocurrido antes.
-Esto...Marisa. ¿Tu ordenador es de torre o un portátil?
-El mío en un portátil. Mi marido tiene una torre. ¿Por?
-¿Tiene cámara web?
-Ummm ya está esa cabecita tuya rondando con ideas.
-Jajaja sip . ¿Tiene?
-Sí, tiene
-AGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGG ¿Y me lo dices ahora?
-La verdad, ni se me había ocurrido.
-Coño. Ni a mí. Ya sebes lo que quiero.
-Abe...eso ya es demasiado.
-¿Demasiado? Pero si ya no hay nada de ti que no haya visto.
-Lo sé, pero...Dame unos días para pensármelo.
-Por supuesto. Pero...yo no tengo cámara.
-Ummm, eso no es justo.
-Lo sé, pero ni tengo, ni puedo tenerla.
-Lo entiendo.
Ella sabía mi situación. No soy libre y hay cosas que no podría explicar.
Durante un par de días seguimos igual. No saqué, ni ella, el tema de la cámara. No quería atosigarla. Además, como estábamos ya me parecía bien. Al tercer día, cuando ya no lo esperaba, recibí un mensajito del servidor:
"Marisa quiere invitarte a una videoconferencia. ¿Acertar? ¿Rechazar?"
No hace falta que diga que botoncito pulsé. Después de instalar el programita adecuado, apareció una ventanita con el fondo negro. Luego, el color negro se transformó en una imagen de Marisa.
-Hola Abe.
Ella no escribía. La oía. Yo tenía que seguir escribiendo.
-Holaaaaaaaaaaaaa
-Al fin me decidí. Estoy muy nerviosa.
-No estés nerviosa. Soy yo, el gran Abe.
-Me lo pensé mucho. Pero has hecho tanto por mí, has cambiado mi vida a mejor. Creo que te lo debía.
-Ey, Ey. Marisa, no me debes nada. Ya me has devuelto con creces lo poco que hice por ti. Con tu amistad y...con tus fotos.
Me mandó un gran beso, haciendo ruido con los labios.
-Bueno, pues ya me tienes en vivo y en directo. ¿Y ahora qué?
-Ummm, no sé. Podrías...poner caritas, hacerme muecas!
-jajajajaa
-Marisa, me encanta tu voz. Tu risa. Sobre todo, verte reír.
-Gracias Abe. Lástima que yo no pueda verte a ti.
-Ya me has visto muchas veces en video.
-Sí. Pero...seguro que en vivo es mejor.
-Ya lo creo. Te estoy mirando y estoy encantado.
-¿De verdad quieres que te haga muecas? ¿Para eso querías que pusiera la cámara?
-Jejeje. No. No es eso lo que quiero ver.
-Dime lo que quieres ver.
-Ya lo sabes.
-Pero dímelo.
-Quiero...ver tus tetas...quiero ver tu coño. Quiero ver como te masturbas para mí, diciendo mi nombre. Quiero oírte gemir. Y sobre todo, quiero ver como te corres, oír como te corres.
-Abe...
-Dime
-Estoy cachonda. Sólo de pensar que me estás mirando me tiene loquita.
-¿Tienes los pezones duros?
-Ummm como piedras.
-Déjame verlos
Bajó la cámara y me enseñó las tetas, aún bajo la camisa que llevaba. Los pezones se le marcaban claramente. Yo me empecé a grabar mientras la miraba. Me grababa a mí tocándome y también enfocando a la pantalla, para que se viera a sí misma.
-Ábrete la camisa despacito. Enséñame tus lindas tetitas.
-¿Así? - me dijo mientras uno a uno se abría los botones
Después se abrió la camisa despacito. No llevaba sujetador, y ante mi aparecieron sus dos pechos, coronados por sus dos oscuros pezones. Se los veía duros.
-Ummmm que lindos. Pellízcatelos. Muéstrame lo duros que están.
Vi como los atrapaba entre sus dedos. Como los estiraba. Su cara reflejaba el placer que sentía.
-¿Te estás tocando, Abe?
-Sí.
-¿La tienes dura?
-Uf Marisa...Para partir nueces.
-Jajaja. Me gustaría verla, Abe. Ver como te tocas mientras me miras.
-Me estoy grabando. Te mandaré el video.
Le pedí que fuese bajando la mano, despacito, hasta sus bragas. Que abriese sus piernas y me las enseñara. Aquella atractiva y excitada mujer me obedecía. Abrió sus piernas. Sus bragas blancas quedaron a la vista.
-¿Ves lo mojadas que están, Abe?
-Sí. Pásate un dedo a lo largo de la rajita, por fuera.
-Ummmm que rico.
-Ahora, lentamente, mete la mano por dentro y tócate el coñito para mí. Di mi nombre mientras lo haces.
Su mano se metió y por la pantalla pude ver como la braga se movía al ritmo de sus dedos.
-Agggg Abe...si pudieses sentir lo mojada que estoy. Mi coño chorrea de placer. Uf...como desearía que estuvieras aquí.
-Estoy ahí, Marisa. Te estoy viendo. Ahora, quiero que te quites las bragas, que acerques la cámara. Quiero ver tu coño de cerca.
Se las quitó y se acercó más al ordenador. Ahora tenía casi un primer plano de su coño. Se lo abrió con los dedos, enseñándome su hendidura. No me había engañado. El coño de Marisa se veía mojado, brillante, hinchado de placer. Sus dedos lo recorrían lentamente, especialmente frotando su inflamado clítoris. No era sólo el poder verlo. Era además oírla gemir, decir mi nombre mientras se tocaba.
-Aggg Abe..me correré enseguida. Estoy tan cachonda.
-Y yo. Me correré contigo. Te oirás corriéndote mientras vez como mi polla escupe toda mi leche para ti.
-Ummmm ¿Sí? ¿Te correrás conmigo?
-Sí Marisa. Espero aguantar. Verte acariciarte por mí es muy excitante.
Yo estaba a punto de correrme, pero quería aguantar para hacerlo junto con ella. Miraba como sus dedos entraban y salían de su coño, la oía gemir. Mi polla también expulsaba líquido pre seminal de lo caliente que estaba.
Ella empezó a gemir más fuerte. Empezó a llamarme una y otra vez hasta que se corrió. Pude ver su cuerpo tensarse, temblar. Yo ya no pude más y también me corrí, lanzando al aire y luego sobre mi mano toda mi leche. Hablé para ella, para el video que estaba grabando.
-Mira como me corro, Marisa. Por ti. Mirando y escuchando como tú te corres para mí.
Cuando nos repusimos de nuestros fuertes orgasmos, nos quedamos un rato más hablando, mientras yo preparaba el video y se lo mandaba. Se puso a verlo mientras yo seguía mirándola.
-Abe....como me gustaría comerme esa linda polla tuya. Me estoy poniendo caliente otra vez mirándote.
-Espera a ver como me corro.
Me oí a mí mismo. Su cara reflejaba la excitación que el verme le producía.
Nos despedimos. Yo con unas frases y ella con un besazo a la cámara. Hubo más sesiones de video. Le pedí que usara el vibrador. Le pedí que se pusiera a cuatro patas. En todo me complacía. Era fantástico.
Varios días después, estábamos hablando. Sin cámara. Sólo escribiendo.
-Abe, tengo que contarte algo.
-Dime.
-Anoche lo estaba haciendo con mi marido.
-¿Haciendo el qué?
-Ya sabes.
-Sí, pero también sabes que me gusta que me lo cuentes.
-Pues..estábamos en el salón. Yo arrodillada a sus pies, chupándosela.
-Ummm, que envidia me da tu Juan.
-Yo estaba muy caliente, lo miraba. Él tenía los ojos entrecerrados, gemía de placer.
-No me extraña.
-Me decía que me amaba, que me deseaba. Que quería ver mi linda carita llena de su leche.
-Wow. ¿Lo hiciste?
-Claro. Se la chupé con ganas. El primer chorro me dio en el paladar. Me la saqué y el resto fue todo a mi cara. Él luego me besó con pasión. Volvió a decirme que me amaba. Que el cambio que nuestra vida había dado había sido maravilloso. Que nunca había sido tan feliz. Abe... Y todo es gracias a ti.
-¿No me irás a dar las gracias otra vez?
-No. Pero me puse a pensar. En ti y en mí. Y en mi marido. Sé que lo nuestro es sólo un juego. Pero al tenerlo abrazada a mí, besándome y diciéndome como me amaba me sentí mal.
-¿Quieres...que lo dejemos? Lo entiendo.
-Déjeme terminar.
-Ok. Sigue.
-Se lo conté.
-¿QUEEEEEEEEE?
-Le conté todo. Como empecé a leer tus relatos. Como gracias a ti resurgió mi deseo. Como me animaste a experimentar cosas nuevas.
-¡ Coño ! ¿Y él que dijo?
-Al principio no dijo nada. Se quedó callado. Pero lo abracé con fuerza. Le dije que lo amaba con locura. Que tú eras alguien muy especial, pero que a quién amaba era a él.
-Me dejas de piedra.
-Tenía que contárselo, Abe. No podía seguir así.
-¿Se lo contaste todo?
-Todo. También lo de las fotos. Y lo de la cámara.
-Uf, espero que no le hayas dicho donde vivo, no vaya a ser que venga a rajarme el cuello.
-Jajajaja. No tonto.
-Bueno, en el fondo has hecho bien. Aunque signifique que tengamos que dejar de vernos. Espero que seas muy feliz junto a él. Es un hombre con suerte.
-Abe....
-Dime.
Sonó el sonido de invitación a chat de video. Lo acepté y ella apareció, sonriente.
-Hola guapa.
-Estuve largo tiempo hablando con Juan. Queremos hacerte un regalo.
-¿Un regalo?
-Sí. Algo que te gusta mucho.
-¿Bombones?
-Jajajaja. No. Esto.
Marisa se quedó mirando fijamente a la cámara. Era como si me mirara a los ojos. De repente, por su derecha apareció una polla tiesa. Me quedé petrificado. La polla llegó a sus labios y ella, sin dejar de mirarme, sacó la lengua y empezó a lamerla. Giró un poco la cabeza y la polla entró en su boca. Ante mis ojos Marisa comenzó a hacerle una estupenda mamada a su marido. Bueno, yo sólo veía la polla. Suponía que era él.
La polla, brillante por la saliva, entraba y salía de la boca de Marisa. También se la sacaba y se la pasaba por la cara, acariciándola con ella. Marisa no dejaba de mirarme, de sonreír.
-Imagina que es tu polla Abe. Imagina que te estoy mamando la polla - dijo ella.
Empecé a oír los gemidos de su marido. La polla se veía muy dura. Y, entonces, oí su voz. La voz del marido de la mujer con que había estado hablando y teniendo cybersexo.
-Nunca podré agradecerte bastante lo que has hecho..ummmm por mí.
Yo estaba tan sorprendido que ni escribir podía. Sólo miraba la maravillosa escena que se desarrollaba ante mis ojos. Observaba como la polla le follaba la boca a Marisa cada vez más rápido, hasta que de repente, se la sacó de la boca. Ella la mantuvo abierta mientras él se empezaba a correr. Yo me corrí con él. Los tres gemíamos. Y ella no dejó de mirarme ni un momento. Era como si fuese yo el que se corría en su cara, en su boca. El semen de Juan le cayó sobre las mejillas, en la frente. Sobre los labios, sobre la lengua.
Después, sonriendo, Marisa se la pasó por la cara, recogiendo la leche y llevándosela a la boca.
-Mira cuanta leche me ha echado mi amor. Está rica...Ummmmm
Juan también recogía semen con los dedos y los llevaba a la boca de su mujer, que los chupaba con morbo. Al poco tiempo, su cara estaba limpita. La polla, que se había aflojado algo, desapareció. Quedamos solos ella yo.
-¿Te ha gustado nuestro regalo, Abe?
-Uf, Marisa. Ha sido lo más erótico y morboso que he visto jamás. GRACIAS.
-Para mí ha sido un placer. Y ya has visto que para Juan, también.
-Y para mí. Tengo que limpiarme los pantalones.
-Hay que ser más precavido. Jajajaja.
-De verdad Marisa. Gracias por esto.
-Juan me ha dicho que puedo seguir viéndote. Que contigo no puede ser celoso.
-COÑO! Pues por mí, encantado.
-Abe, creo que me estoy volviendo una pervertidilla como tú.
-¿Por qué dices eso?
-Porque quiero que me veas follando con Juan.
-Jeje. Te lo iba a pedir tarde o temprano.
-Jajaja. Lo sé. Me he adelantado.
-¿Qué dirá él?
-Ya dijo que sí.
-Joder. Los dos me tenéis muy sorprendido. Sois una pareja estupenda.
-Gracias a ti.
-Y dale.
-¿Soy una buena mamona?
-Ya lo creo. Ha sido una mamada de primera.
-Me imaginaba que era tu polla.
-Me la vas a poner dura otra vez.
-Yo estoy muy cachonda. Espera...
La vi levantarse y al poco volvió. En la mano traía su vibrador.
-¿Te gustaría follar mi culito, Abe?
-Me encantaría, Marisa.
Se colocó a cuatro patas, con el culo hacia la cámara. Su coño se veía muy mojado. Metió una mano por entre sus piernas y se empezó a tocar, a pasar sus dedos por la raja de su coñito. En esa postura su cabeza quedaba muy lejos de la cámara y apenas la oía. Pero la veía. Como recorría y abría sus labios vaginales. La otra mano apareció por arriba, llevando consigo el vibrador, que también se pasó por el coño.
A pesar de mi reciente corrida, y aún sin limpiar, me puse otra vez cachondo y me masturbé mirándola. Sí que podía oír el zumbido del aparato, que poco a poco se metió en el coño. Lo sacó despacito, brillante por sus jugos. Lo metió y sacó unas cuantas veces. Sus caderas se mecían lentamente hacia los lados. Sus apagados gemidos apenas me llegaban, así que subí el volumen de mis altavoces.
Se lo sacó del coño y lo apoyó contra su pequeño ano. Empezó a empujar. Lo metía un poquito y lo sacaba. Lo metía un poco más adentro, y lo sacaba, hasta que consiguió metérselo bien dentro. Con la otra mano seguía acariciando su coño. Yo estaba otra vez muy excitado. Y más cuando ella empezó a gritar.
-Aggggggg Abe...dame por el culito..fóllame
El vibrador entraba y salía de su redondo culito cada vez más rápido. Mi mano se movía sobre mi polla al mismo ritmo.
-Ummmm que placer....Necesito una polla de verdad....JUAAAAAAAAN Follameeeeeeeeeeeee.
Nuevamente, ante mis ojos se desarrolló una caliente escena. Solo lo veía de cintura para abajo. Se había desnudado. Apareció y se puso detrás de su mujer, pero de manera que yo pudiese seguir teniendo una vista inmejorable. Claramente pude ver como le sacó el vibrador del culo y lo reemplazó por su polla. Al estar ella dilatada, se la metió de un solo golpe hasta el fondo.
La enculada fue magnífica. La polla entraba y salía del culito de Marisa. La mano de ella no paraba de frotar su clítoris. Creo que ella se corrió varias veces, pues daba pequeños gritos de vez en cuando. Yo no pude más y también me corrí, sumando un poco más de espeso semen a los restos de la anterior corrida.
Juan fue el último en correrse. Imagino que sería para que lo yo viera, pues cuando se fue a correr sacó la polla del culo de su esposa y se corrió sobre ella. El semen goteaba hasta su coño y luego sobre la cama.
Vi como se abrazaban y se besaban, olvidándose de mí. Así que cerré la ventana para darles intimidad.
Estaba encantado, y, por qué no decirlo. Un poco celoso. Yo sólo podía mirar, y ellos dos tocarse. Pero bueno, eso es lo que había. Seguimos viéndonos. Casi siempre Marisa y yo. De vez en cuando Juan participaba. Ya lo pude ver de cuerpo entero. Parecía un tipo simpático. Incluso hablamos un par de veces, llegando a bromear sobre la extraña relación a tres que teníamos. Cuando ellos estaban juntos, me dejaban a mí dirigirlos. Yo les decía como ponerse, que hacer, y ellos lo hacían encantados.
Unos días más tarde, estábamos ella y yo solos, hablando.
-Abe, la semana que viene es mi cumpleaños.
-Jeje, felicidades adelantadas.
-Ya le dije a Juan que regalo quiero.
-Ummmm ¿Y qué es?
Me miró a los ojos. Se puso seria.
-A ti.
-¿A mí?
-Sí. Le he pedido que me deje ir a verte. Ha dicho que sí. Ahora depende de ti.
Si yo hubiese tenido webcam Marisa podría haber visto la cara de bobo que se me había puesto. Casi podría haber oído como el corazón me latía con fuerza. Esa mujer me estaba pidiendo venir a verme. Mil cosas se pasaron por mi cabeza. Deseo. Miedo. Tardaba en responder.
-¿No quieres? - preguntó
-Claro que quiero. Lo deseo. Te deseo. Pero...ya sabes que no puedo.
-¿Por ella?
-Sí
-Abe. Muchas veces me has dicho que el cybersexo no cuenta. Pero lo que tú y yo hemos hecho va mucho más allá.
-Lo sé.
-¿Y entonces? ¿Qué diferencia habría?
-¿Pero cómo lo haríamos?
-Estaría dos días, entre semana. Podríamos vernos por las mañanas. Y no tiene que haber sexo, si no lo deseas.
-¿Sin sexo?
-Jajaja. Es broma.
Me lo pensé un ratito. Cortito ratito. ¡ Coño ! Sólo se vive una vez. Tenía la oportunidad de pasar un par de días estupendos, así que me arriesgué.
-De acuerdo, Marisa. Yo también deseo que vengas.
-¿Sabes una cosa?
-¿Qué?
-Ya tengo el pasaje.
-Jajajaja. Parece que me conoces mejor que yo mismo
-Llegó el lunes por la tarde y estaré hasta el miércoles al medio día.
-Uf, Marisa. Estoy temblando de emoción.
-Y yo
Era jueves, así que me las ingenié para tener martes y miércoles libre de trabajo. La cosa era, aún así, arriesgada. Algo podría salir mal. Pero como se suele decir, en esos momentos manda más la cabeza de abajo que la de arriba.
El fin de semana lo pasé muy nervioso, y el lunes por la mañana, más. Hasta se me aflojó un poco la barriga. Yo le había buscado un hotel discreto y fui a buscarla al aeropuerto. No tenía mucho tiempo. Sólo recogerla y llevarla. Después tendría que regresar a casa.
Y allí estaba yo, arriba y abajo por el aeropuerto, mirando a todo el mundo, con temor a encontrarme con algún conocido, y esperando a una mujer que había hecho un largo viaje para verme. ¡ A mí !. Eso me hacía sentir muy bien, la verdad. Pero los nervios no se me iban. Una cosa es vernos en fotos, en video, por webcam. Y otra vernos en persona.
Por megafonía anunciaron la llegada de su vuelo. Me dirigí a la puerta y me puse a esperar. A los pocos minutos empezaron a llegar los pasajeros a la zona de equipajes. Y entonces la vi. Marisa estaba allí. Mi corazón palpitaba como loco. Sentí calor en mis mejillas. Ella miró hacia la puerta, buscándome y nuestras miradas se encontraron.
Me sonrió y yo la saludó. Esperó a que saliese su maleta y salió. Se acercó a mí.
-Hola Abe.
-Hola Marisa.
-Estoy muy nerviosa.
-Pues mira que yo.
¿Debería besarla? ¿Estrecharle la mano? ¿Abrazarla?. No pude elegir una respuesta. Ella dejó la maleta en el suelo, se acercó a mí y besó, tiernamente, en los labios. Ya no tuve dudas, miedos. La abracé y la besé. Sus ojos brillaban.
Cogí su maleta y nos dirigimos al parking. No hablábamos, pero ella me miraba. Sin dejar de sonreír. La cogí de una mano. Subimos a mi coche y arranqué.
-Me gusta tu voz, Abe.
-Ya me habías oído.
-Sí, pero en los videos susurrabas más que hablar. Y sobre todo, gemías.
-Jajaja. Sí.
Llegamos al hotel. Ella se inscribió. A mi casi no me quedaba tiempo, pero no quería dejarla así, por lo que la acompañé hasta la habitación. Cuando cerró la puerta, fui consciente de que estaba solo con Marisa, que había venido a verme. No sólo a verme, sino a estar conmigo dos mañanas. Tenía que irme ya, pero me acerqué a ella y la abracé, la besé.
-Me alegro de que hayas venido, Marisa
-Ummm ya lo noto - dijo llevando su mano hasta mi bragueta. Mi polla se estaba levantando a toda prisa.
Nos besamos con pasión. Su mano consiguió que mi polla se pusiese dura del todo.
-Marisa...me tengo que ir. Mañana seré todo tuyo.
-¿Mañana? No puedo esperar a mañana.
-No seas mala.
Me bajó la bragueta y metió la mano dentro. Sentí sus cálidos dedos recorrer mi dura verga.
-Ummm al fin puedo tocar esta pollita que me tenía loca.
-¿Pollita?
-Jajaja. Todos los hombres sois iguales. Siempre preocupados por el tamaño.
Se las ingenió para sacármela y empezó a mover la mano, arriba y abajo. Yo llevé las mías a su culo y se lo sobé con ganas.
-Déjame ir, Marisa. No puedo tardar más.
-De eso nada.
Lentamente se arrodilló a mis pies, sin dejar de mirarme y sonreír, hasta que su cara quedó a la altura de mi polla. Sacó la lengua y la pasó a lo largo del tronco, desde la base hasta la punta. Le dio tiernos besitos.
-No se lo dije a Juan, pero muchas veces, cuando se la chupaba a él imaginaba que era a ti. Y ahora, por fin, te le voy a chupar. Mira que he aprendido.
Lentamente, se empezó a meter mi polla en su caliente y húmeda boca. Con asombro vi como centímetro a centímetro entraba. Llegó a la mitad, pero siguió entrando. A las tres cuartas partes tuvo una pequeña arcada, pero siguió, hasta que sus labios llegaron al pantalón. Tenía toda mi polla dentro de su boca, alojada en su garganta. Jamás ninguna mujer se había tragado así toda mi polla.
Despacito, como se la metió, se la fue sacando, brillante de saliva. Yo la miraba, embobado, con mi polla dando saltitos de excitación.
-¿Has visto? Me he tragado toda tu polla. Llevo practicando con el vibrador desde hace varios días.
-Marisa...eres...increíble.
-Ahora te voy a hacer la mejor mamada de tu vida. Quiero que la disfrutes. No te retengas. Córrete donde quieras.
-Ya sabes donde quiero.
-En mi cara.
-Sí.
Cumplió su palabra y me hizo sin duda, la mejor mamada de mi vida. Arrodillada, sin usar las manos, sólo su boca. Tragándose la polla hasta el fondo y chupando con fuerza. Mi placer era fantástico, maravilloso. La miraba, gimiendo. Se la sacó un momento.
-Fóllame la boca. Úsame.
Agarré su cabeza con ambas manos y le metí otra vez le polla, y se la enterré. Empecé a follarle la boca con ganas. Ella simplemente se dejaba, mirándome. En sus ojos veía placer, morbo.
-Agggg Marisa...me voy a correr.
No dijo nada. No podía. Yo suelo tener más aguante, pero la morbosa situación y el inmenso placer que aquella boca me daba, me llevaron rápidamente a un fortísimo orgasmo. Cuando sentí como mu cuerpo entero empezaba a tensarse, le saqué la polla de la boca. Ella cerró los ojos y en sus labios se dibujó una sonrisa. Yo dejé mis manos en su cabeza, manteniéndola firme, y , sin tocarme, estallé. De mi polla empezaron a salir potentes chorros de semen. El primero salió disparado por encima de su cabeza. Los siguientes dieron en el blanco.
El sexo es algo grande. Hay muchas cosas placenteras. A unos les gustan ciertas cosas. A otros, otras. Para mí no hay placer mayor que una linda mujer, arrodillada, sonriendo, mientras su cara se va cubriendo con el semen expulsado por una dura polla. Mi polla. Sus mejillas, sus labios, su frente. Todo quedó pintado por mí.
Aflojé la presión de mis manos. Ella abrió lentamente los ojos. Abrió la boca y se metió la punta de la polla. Chupó y el último chorrito de semen lo recibió en la lengua. Mis piernas flaquearon y me arrodillé junto a ella. Y como hiciera su marido la primera vez que se corrió en su cara, la besé. Nos embadurnamos con mi esencia.
-¿Te ha gustado, Abe?
-Marisa...ha sido ...maravilloso. Eres una gran mujer.
-Ahora vete. No quiero que tengas problemas. Pero mañana te quiero aquí a las 8 en punto. Me tienes que dejar el coño en carne viva.
-Jajajaja. Aquí estaré.
Nos levantamos y me acompañó a la puerta.
Cuando regresaba a casa, con una sonrisa en la cara, pensaba en lo que pasaría al día siguiente. En los placeres que nos esperaban. Apenas pude dormir. Recordé la cara de Marisa, sonriéndome, cubierta de mi semen. No pude evitar el masturbarme, pero sin llegar a correrme.
...
A las 8 en punto estaba tocando a su puerta. Me abrió en bata. En cuanto la puerta se cerró, la bata cayó al suelo, mostrando su cuerpo desnudo. Me lancé sobre ella, besándola y acariciándola. Mis manos amasaron sus nalgas, apretándola contra mí. Le restregué mi polla, para que notara lo cachondo que estaba, lo caliente que me ponía.
Me fijé que había un ordenador portátil sobre una mesa. Ella se dio cuenta de que lo miraba.
-La única condición que puso Juan para dejar venir es que quería vernos. Pero mañana. Hoy seré sólo tuya. ¿Te importa?
-Si es el precio a pagar por follarte, no.
-Ayer, después de irte, lo llamé por el ordenador. Puse la cámara y le conté lo que había hecho. Le enseñé los restos de tu corrida en mi cara. Se excitó mucho. Me pidió que me masturbara para él, como hacía para ti.
-¿Lo hiciste?
-Claro. Ummmm me corrí varias veces. Me dejaste muy caliente. Y ahora lo estoy. Mucho.
Llevé una mano a su coño. Aquella rajita estaba empapada. Pasé los dedos a los largo de sus babositos labios. La otra mano la llevé a sus nalgas, y luego, a su culito.
Empecé a metérselos. Unos en su coño y dos en su culito. A follarla con ellos. besándola, chupando su lengua. Ella gemía de placer. A los pocos minutos la sentí correrse, abrazándose con fuerza a mí, temblando.
-Ummmm que rico.
-Esto no es más que el principio, preciosa.
Yo ya no soy un chaval, así que no podía pretender echarle muchos polvetes seguidos. Pero tenía una lengua incansable, unos dedos lujuriosos y muchas ganas de matarla de placer.
Fue una larga mañana, llena de gemidos. Llena de orgasmos. Orgasmos suyos, placer mío. La hice tumbar en la cama de matrimonio estuve casi una hora comiéndole el coño, despacito a veces, rápido otras. Ella se corría una y otra vez. Cuando me pedía que la dejara descansar, me subía sobre ella y le metía la polla hasta el fondo. Sin moverme la besaba y estábamos así unos minutos.
También la ponía a cuatro patas y le lamía el culito, la masturbaba con mis dedos mientras mi lengua intentaba meterse en su culito. Ella lo meneaba y cuando me lo pidió, cambié mi lengua por mi polla. Fue una larga y muy placentera enculada, que terminó, ahora sí, con mi semen en dentro de ella y ella gritando de placer.
De ahí fuimos al baño. Preparamos la bañera, llenándola de agua caliente. Yo me metí primero y ella se acostó sobre mí, su espalda sobre mi pecho. Giraba su cuello para besarme. Mi mano derecha acarició sus tetas, que quedaban sobre el agua. Mi mano izquierda acariciaba su sumergido coño. Me encantó la manera suave de correrse, con su cuerpo serpenteando sobre el mío, su girada cabeza besándome.
Pedimos luego el desayuno. Desnudos, sobre la cama, lo tomamos. Ella, riendo, me embadurnó la polla con mermelada de fresas, y luego me la limpió con la boca, hasta ponérmela dura como una roca. Entonces, se sentó sobre mí, clavándosela y comenzando una lenta cabalgada. Llevé mis manos a sus tetas y se las acariciaba mientras ella subía y bajaba. Hacía fuerzas con los músculos de su vagina, dándome así más placer.
Cuando se corrió, cayó hacia adelante, respirando agitadamente, con mi polla dentro de ella.
-No te has corrido.
-No. El placer que me das es inmenso, Marisa, pero ya no puedo disparar tan seguido como cuando era un chaval.
-Pero yo deseo que te corras. Deseo darte placer.
-Mujer, ya me das placer. Sólo dame un poco más de tiempo.
Nos estuvimos besando largo rato. Ella sobre mi pecho, con mi polla, dura, dentro de ella. La abracé y rodamos sobre la cama, quedando ahora ella debajo, y sin que me saliera de ella.
-Ahora te voy a follar de verdad.
-Ummmmm ¿Más?
-Mucho más. ¿No querías que te dejara el coño en carne viva?
-Siiiiiiiiiii
Me le follé fuerte, a fondo, metiendo y sacando mi polla bien duro, rozando su vagina, frotando su clítoris. Los golpes hacían mover toda la cama. Marisa cerraba los ojos, con fuerza. Los abría. Me miraba, los volvía a cerrar. Había tenido ya muchos orgasmos a lo largo de la mañana, y estaba cansada, pero arrecié en mis embestidas. Deseaba regalarle un orgasmo más, y esta vez compartirlo los dos, pero no pude conseguir que fueran al unísono. Yo me corrí primero, con mi polla a fondo dentro de ella, llenando el fondo de su vagina con mi leche. Agotado por el esfuerzo, pero decidido a darle placer, bajé hasta su coño y empecé a lamerla, a besarla. Dos de mis dedos se enterraron en su culito, follándolo, mientras su clítoris era atrapado entre mis labios.
Con satisfacción noté como su espalda se arqueaba sobre la cama, como su cuerpo se tensaba y como estallaba contra mi boca. Fue su orgasmo más largo, más fuerte, que la dejó luego sin fuerzas, con los ojos cerrados, pero feliz. Yo la abracé y nos dormimos. Estábamos agotados.
Cuando despertamos, era ya casi la hora en que yo tenía que volver a casa. Nos despedimos con un húmedo beso.
Por la tarde, cuando yo solía conectarme con ella, la encontré conectada, pero no hablamos. Me imaginé, como así fue, que estaba hablando con Juan. Sólo recibí un correo suyo, diciéndome que había sido uno de los mejores días de su vida, y que estaba ansiosa por volver a verme.
Mi ego subió varios enteros. Estaba hecho polvo, pero contento y feliz. Aunque al día siguiente, seríamos tres. Ella, yo y su marido, mirando. Al menos no tendría que verlo a él. Sólo escribiría.
Me equivoqué. Se había comparado una webcam para su ordenador. Cuando al día siguiente entré en la habitación del hotel, ella estaba sentada frente a la pantalla, hablando. Entonces oí la voz de Juan, y lo pude ver en la pantalla.
-Juan, mi amor, ya ha llegado Abe. Abe, saluda a Juan.
Me acerqué y en la ventanita pequeña, la que muestra lo que Juan ve, estábamos Marisa y yo. Juan estaba serio.
-Mejor te diera vergüenza. Te vas a follar a mi mujer
Por un momento, di un respingo, hasta que él se empezó a reír con ganas.
-Jajaja. Vaya carita que has puesto
-Coño, que susto.
Sentí una mano sobre la polla.
-Pues la polla no se le ha encogido, Juan. La tiene bien dura.
-Quiero ver cómo se la chupas.
Yo seguía de pie, así que Marisa me colocó delante de ella, de perfil con respecto a la cámara. Miró la pantalla para comprobar que Juan podía ver bien lo que iba a pasar. Me empezó a acariciar la polla sobre el pantalón.
-Ummmm Juan, la tiene muy dura. ¿De verdad que quieres ver como tu mujercita le chupa la polla a otro?
-Sí, sácasela.
Sólo se veía el pecho y la cara de Juan, pero se estaba tocando, mirando, como yo hacía cuando los miraba a ellos. Los papeles se habían cambiado.
Me bajó la cremallera lentamente. No me miraba a mí. Miraba a la cámara. Me sacó la polla.
-Mira que polla Juanito. Me la voy a comer toda, toda.
-Espera. Oye, Abe.
-Dime.
-Dale caña a esa zorrita.
-Pero Juanito!! ¿Qué lenguaje es ese? - espetó Marisa
-Tienes la polla de otro hombre en la mano, estás a punto de metértela en la boca mientras tu marido mira. Eres un poco zorrita.
-Jajajaja. ¿Soy una zorrita, Abe?
-Bueno, un poco sí, la verdad.
-Ummm, así que los dos piensan que soy una zorrita, ¿No?
-Sí, dijimos al unísono su marido y yo.
-Pues...enséñale a mi maridito como se trata a una zorra- dijo, mirándome con ojos brillantes.
Creo que entendí lo que quería.
-Bueno, Juan, lo primero que tiene que hacer una linda zorrita como tu mujer es tragarse una buena polla. Se la voy a meter hasta los huevos en la boca.
-Joder, tío. No le va a caber. Tu tranca no es moco de pavo - respondió Juan.
-¿No? Será que no sabes tratarla. Yo sí se. Mira.
La cogí por la cabeza con una mano, la más alejada de la cámara para que él no se perdiese detalle. Marisa abrió la boca y mi polla empezó a entrar en su boca. Yo miraba a la pantalla, a la cara de Juan, y a la ventanita en donde en pequeñito veía mi polla entrar lentamente en la boca de Marisa. Los ojos de Juan se fueron abriendo más y más a medida que mi polla entraba más y más en la garganta de Marisa, que aguantó sin inmutarse. Sus labios hicieron tope con mi pubis. La mantuve así un poco.
-¿Ves Juan? Sí que puede.
-JODER! Pero si hasta se le ha dilatado la garganta.
Tal como se la metí, se la saqué, despacito, hasta que sólo la cabeza permaneció en su boca. Le follé la boca un rato, dándole a Juan un estupendo espectáculo, mostrándole hasta donde podía llegar su adorada mujer. Dirigía con una mano la mamada, imponiendo el ritmo que yo deseaba, una veces lento y otras más rápido, pero siempre, haciendo que su boca rozara mi pubis. Sin sacársela de la boca, me quité los pantalones que cayeron al suelo, y luego los calzoncillos. Ahora Juan tenía la visión completa de mi polla desapareciendo en la boca de Marisa. La apreté contra mí.
-Saca la lengua y lámeme las bolas.
Casi me corro cuando sentí su lengua lamerme. Juan no pudo aguantar.
-Agggggggggg cabrones...me corro.......agggggggggggg
En la pantalla él no cerraba los ojos. Se notaba que luchaba por mantenerlos abiertos mientras se corría entre espasmos de placer.
-Uf, vaya corrida. Es lo más caliente que he visto - dijo recortadamente.
-Bueno, hoy vuelve a casa y será toda tuya.
Le saqué la polla de la boca a Marisa. Un hilillo de saliva quedó colgando. La hice levantar y la desnudé. Ella luego me terminó de desnudar a mí. Cogí el ordenador y nos fuimos a la cama. Lo puse a los pies. Yo me acosté boca arriba, con los pies abiertos y pedí a Marisa que se pusiera sobre mí, haciendo un 69. Ella quedó mirando hacia la cámara, hacia su marido.
-Coloca el ordenador de manera de Juan vea bien como te comes mi polla.
-Sí, Abe...
Por mi postura, no podía verlo, pero Juan tenía una clara imagen de su mujer, con mi polla en la cara.
-Dile a Juan que te voy a comer el coño. Dile que quiero que vea tu cara cuando te corras. Dile que quiero que sepa lo zorra que es su mujercita, corriéndose como una guarra.
Se lo abrí y empecé a chupar, a lamer.
-Agggg....Mi amor...Abe me está...ummmm comiendo el coño. Dice que quiere que veas mi cara de zorra cuando me corra...Aggg que gustito me da.
Mi lengua iba de su coño a su culito. Luego, con el ano bien lubricado, le introduje el pulgar mientras seguía lamiendo, chupando. Ella menaba las caderas sobre mi cara, me restregaba su coño, y le decía a él todo lo que yo le hacía.
-Umm su lengua..no deja de moverse...Aggggg me está...follando el culito con sus dedos, mi amor..
Su coño no dejaba de destilar ricos jugos. El ser observada por su marido la excitaba. Tenía agarrada mi polla, pero no la chupaba. Sólo la mantenía contra su cara. Yo me imaginaba su cara de placer, con los ojos entrecerrados, mirando fijamente a su marido. Me lo imaginaba a él con su polla en la mano, dura a pesar de haberse corrido. Dura mirando a su mujer gozando con otro hombre.
-Cariño..no puedo...ummmm más... Me voy a correr en la boca de Abe....Me voy a......
Empezó a temblar. Su ano se contrajo contra mis dedos y mi boca se llenó de jugos. Todo su cuerpo quedó en tensión mientras un intenso orgasmo las traspasaba. De fondo oía a su marido.
-Sí, sí...córrete zorra. Córrete.
La dejé reposar unos instantes. Luego seguí ordenándole cosas.
-Bien, ahora le vas a enseñar de tu maridito como se le saca la leche a una polla. Hazme una buena mamada, sin dejar de mirarle a los ojos. Que vea como te tragas toda mi polla. Me correré dentro de tu boca. Quiero que él vea como mi polla se convulsiona cuando me esté corriendo. Y quiero que vea como después toda mi leche sale de tu boca y baja a lo largo de mi verga. ¿Entendido?
-Sí, Abe. Juan, Abe quiere llenarme la boca de leche. ¿Quieres ver como se corre en mi boca?
-Claro que sí. Demuéstrale lo buena mamona que eres.
-Dile que ya lo sé - le dije.
-Juan, Abe lo sabe.
Yo sólo lo sentí, Su boca. Mi polla desapareciendo dentro. Pero podía imaginar lo que Juan veía. Veía mi polla entrar poco a poco en la boca de Marisa. Veía sus lindos ojos clavados en los suyos. Veía como sus labios llegaban a mi pubis, con toda mi polla dentro de su boca, alojada en su garganta. Y veía como la cabeza de ella subía y bajaba, dejando mi polla brillante.
No sé si mis gemidos de placer llegaban hasta él. Lo que sí le llegaba era el sonido de la manada. Lo que sí le llegaba era el ruidito que hacía mi polla cuando Marisa se daba golpecitos en la cara con ella.
Noté calor y humedad en los huevos. Ella salivaba en cantidad y entonces empezó a mamar en serio, chupando con fuerza. Quería hacerme correr, que su marido lo viese. No le costó llevarme en poco tiempo a la cumbre del placer. Me hizo gritar. Dejó sólo media polla dentro, para así recoger en la boca toda mi corrida. Cada chorro que yo disparaba tenía que ser visto por Juan. Cada chorro hacía que mi polla se contrajera.
Después de correrme, Marisa retuvo el semen unos segundos. Después, abrió la boca lo justo para que poco a poco empezara a salir, cayendo a lo largo de mi polla, hasta los huevos. Oí a Juan gemir. Se estaba corriendo otra vez. El ver como de la boca de Marisa salía mi leche fue demasiado para él.
-Deja mi polla bien limpita.
-Ummmm sí.
Sentí como la lamía. Como buscaba la lechita. Como me chupaba los huevos. Le di una cariñosa palmeada en el culito.
Nos sentamos y miramos a su marido.
-Tienes una buena zorrita, Juan. Espero que sepas tratarla... con cariño.
-Tío, amo a esa mujer más que a mi vida. Si hiciera lo que ha hecho contigo con cualquier otro hombre, no lo soportaría. Pero, no sé. Contigo en diferente.
-¿Por qué?
-Pues..no lo sé. Quizás porque..No lo sé. Nos has hecho bien, como pareja.
-Sí - añadió Marisa - cogiendo mi cabeza y plantándome un tremendo besazo en la boca.
Estuvimos hablando largo rato. De cosas banales, de cosas importantes. Todo el tiempo con Marisa pegada a mí, acariciándome, manteniendo mi polla dura.
-Bueno, chicos - dijo Juan - Yo ya no puedo más. Os dejaré a solas para que....jeje, lo que queráis. Marisa... Te quiero.
-Juan, te amo. Estoy deseando llegar a casa.
-Y yo que vengas. Hasta después, mi vida.
El video se cortó. Ahora volvíamos a estar solos Marisa y yo. Caímos en la cama, abrazados. Ella tenía el pelo revuelto. Me miraba con una sonrisa en la boca. Estaba preciosa.
-¿Sabes lo que me gustaría hacerte ahora, Marisa?
-Abe, puedes hacerme lo que quieras, lo que sea. Soy toda tuya.
-Deseo....hacerte el amor.
-Abe....
Lentamente bajé mi boca hasta la suya y la besé, con ternura. Nuestros labios apenas se abrieron. Nuestras lenguas apenas se rozaron. Una de mis manos acarició sus pechos, con suavidad, sólo con las yemas de mis dedos. La sentí estremecerse.
La penetración fue lenta, pausada, profunda. No había prisa. Entrelazamos nuestras manos y nos besamos hasta que el orgasmo nos llegó. Primero a mí, y al sentir como mi calor la llenaba, a ella.
Seguimos largo rato abrazados, sin movernos. Después, ella apoyó su cabeza en mi pecho, mientras yo acariciaba su cabello.
-Abe, estos dos días no los olvidaré jamás.
-Ni yo, Marisa.
-Espero que algún día puedas ir tú a verme.
-Ummmm Tú lo que quieres es un trío.
-Jajaja. Tonto. No es eso. Bueno, también!
-Jajaja. Nunca se sabe. Si surge la oportunidad, iré.
Quedaba poco tiempo para que tuviese que llevarla al aeropuerto, así que nos dimos una ducha. Nos enjabonamos mutuamente, sin dejar de reír, de besarnos. El camino hasta el aeropuerto fue triste. Ninguno hablamos. La acompañé a facturar la maleta y la despedí en el control de pasajeros, con un fuerte abrazo y un beso. Sus ojos estaban llorosos. Los míos, también.
Me quedé mirando como pasaba por el arco y luego como desaparecía. Mi primera 'aventura' real había terminado.
Ahora seguimos viéndonos y chateando. Hablamos mucho de lo bien que lo pasamos. Y fantaseamos con mi posible viaje a su casa, aunque es muy difícil que pueda ir.
Pero nunca se sabe. Ahora sé que todo es posible.
FIN
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