La gatita
La habíamos contratado como ayudante doméstica, pero a mí me ayudaba a calmar mis ganas, entregándonos los dos a los juegos sexuales más placenteros.
LA GATITA
Cuando llegó a trabajar de ayudante doméstica en la casa de mis padres, me causó una impresión muy agradable. Era una morena de pelo azabache, labios sensuales y mirada cargada de promesas. Su cuerpo juncal se movía con una cadencia tal, que me alborotaba la verga ante el movimiento de sus lindas nalgas. Sus pechos dorados por el sol sobresalían del escote de su vestido y se antojaban pegarse a ellas para darles una suculenta mamada. No puede dudarse que era caliente como las brasas, c...