La VUELTA al COLE 5º - 127 / 262 - [SOLA EN CASA]

Manuel está perdiendo los papeles con Mimi, su alumna preferida. La desconcertante actitud de la chica no deja de descolocarle y de dejarlo patidifuso. Por otro lado, Sonia seguirá con su pernicioso juego de verdades demasiado verídicas hasta dominar a su padrastro: el jefe de estudios.

AMOR Y ODIO

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-lunes 23 octubre-

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Míriam es hija única, y huérfana por parte de padre. Posee un carácter especial que no suele caer bien a la gente; aunque la verdad es que no parece importarle demasiado. Tiene cara de niña buena, no obstante, su angelical rostro infantil no se corresponde con la crueldad esporádica que se impregna en algunos de sus repentinos cambios de humor.

Todos quienes la conocen la tratan con el mismo cuidado con el que manejarían una rosa con muchas espinas, pues su hermosura no está reñida con una personalidad punzante que puede resultar de lo más hiriente cuando uno menos se lo espera.

Quienes más la sufren son los compañeros varones de su clase. Ninguno de ellos resulta inmune a su encanto y todos quisieran gozar de su favor; pero, aun así, nadie se salva de los desdeñosos desprecios ocasionales de quien, sin duda, es una de las alumnas más inteligentes del cuarto curso.                                                      Soberbia o delicada; fría o cálida… El paradigma de la bipolaridad.

Esa nena es el ojito derecho de su profesor de Ciencias. Manuel no está curtido en lo que a caprichos platónicos se refiere. Desde que se casó con Victoria, hace más de treinta años, nunca se ha asomado más allá de su matrimonio a la hora de fantasear con la carnalidad de personas conocidas de su entorno.

Su mayor cota de infidelidad la ha alcanzado al correrse pensando en famosas, mirando porno o incluso tirando de su inventiva para idear mujeres exóticas de grandes tetas.

Al finalizar la clase, todos los alumnos de cuarto salen del aula, jovialmente, dispuestos a disfrutar de su descanso matutino. Todos menos Míriam. La chica no está conforme con la nota de su último examen, y le discute a Manuel la valoración que el docente le ha concedido a una de sus respuestas.

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-¿Estás seguro, Totó?-   dice Míriam, de pie junto a su maestro

-Creo que lo argumenté muy bien. ¿Acaso puse algo que no fuera verdad?-

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La primera vez que esa niña le llamó así, hace años, Manuel se sorprendió, pero no le dio mayor importancia.

Posteriormente, y a raíz de la reiteración de Míriam, empezó a sentirse incómodo, especialmente cuando dicho apodo era audible por el resto de la clase. El profesor le pidió que dejara de llamarle de así, pero ella hizo caso omiso a esa censura y siguió dándole recorrido a su impertinente actitud.

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Dos cursos después, aquel par de sílabas simétricas se ha convertido en uno de los mejores alicientes que tiene Manuel en su día a día. Tanto es así que, si alguna vez vuelve a casa sin que su alumna preferida se haya dirigido a él por ese nombre, tiene la sensación de que su jornada no ha sido completa.

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MANUEL:  Si hay alguien que no se pueda quejar de mis puntuaciones, esa eres tú.

MÍRIAM:   ¿Me estás diciendo que tengo más de lo que me merezco?

MANUEL:  No. Te estoy diciendo que nunca tendrás menos nota de la que mereces.

MÍRIAM:   Wenuu… Tenía que intentarlo. No me gusta que Mía me supere en ciencias.

MANUEL:  No te preocupes. Sigues estando en el podio, y tu media es muy, muy buena.

MÍRIAM:   Tú sí que eres muy, muy bueno.

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La chica le pellizca la mejilla, cariñosamente, en un gesto impropio de una estudiante hacia cualquiera de sus profesores.

Aún sentado en su silla, Manuel queda embobado mientras observa cómo Míriam abandona el aula con pasos saltones.

“Esto se me está yendo de las manos. Si Victoria supiera lo blandito que me pongo cuando Mimi se me acerca, cuando me mira, cuando me sonríe, cuando me acaricia la calva... ... cuando me pellizca la mejilla...”

Tras recoger su material didáctico, Manuel suspira hondamente y emprende el camino hacia la sala de profesores.

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LA PRIMERA DE LA CLASE

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-martes 24 octubre-

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Martín imparte distintas asignaturas de humanidades en las diferentes clases de E.S.O. y bachillerato del Gregorio Marañón. Historia, cultura clásica, latín… Son vastos sus conocimientos, pero siempre ha sido la filosofía su materia predilecta.

Después de casi un mes desde su incorporación, no solo conoce los nombres de más de un centenar de alumnos y alumnas, sino que ya ha calado la personalidad de la mayoría de ellos, así como el mejor modo de tratar y motivar a cada uno.

No obstante, es en este preciso momento, durante una de sus horas lectivas en primero de bachillerato, cuando el profesor hace un curioso descubrimiento acerca de una de sus alumnas:

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MARTÍN:  ¿Katia? ¿En serio? Pensé que la coincidencia de sus apellidos era casual.

SELENA:    !Noo!. Es mi hermana. De verdad. Ya sé que no nos parecemos, pero es así.

MARTÍN:  No se trata solo de una cuestión física. Sus resultados académicos son tan…

SELENA:    Ni que lo digas. Por eso ella repitió y yo soy la primera de la clase.

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SOLA EN CASA

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-miércoles 25 octubre-

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Mientras aparca cerca de la casa de Carla, Jacinto agradece el no haberse topado con ningún control de alcoholemia, pues hubiera marcado positivo con toda probabilidad.

“Es pronto. La gente todavía no ha cenando. Se tiene que ser muy borracho para andar beodo a estas horas”

Pese a ostentar un cargo relevante en la dirección del Gregorio Marañón, ese tipo está muy lejos de ser un hombre ejemplar. Alcohol, adulterio, juego, drogas… No obstante, Jacinto tiene una envidiable habilidad para lograr que sus vicios secretos no lleguen a interferir con la respetable normalidad de su vida cotidiana.

Una vez que ya está pisando el césped del jardín de la casa de su pareja, se detiene y evalúa la situación. Todavía sin encontrar la lucidez que busca, se mete un chicle de menta en la boca.

“Le prometí a Carla que no volvería a ir al bar antes de cenar. Cuando vea que llego tarde, me preguntará de dónde vengo. Le diré que estaba con Nacho; consolándole tras su ruptura. Voy sereno, voy sereno, voy...”

Su imprecisión a la hora de meter la llave en la cerradura contradice esa reiterada premisa. No es que vaya muy ebrio, pero no hay duda de que podría llegar a delatarse si no tiene cuidado ante la perspicacia de su quejica pareja.

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-¿Hola?-   dice adentrándose en la vivienda.

-Hola-   escucha a lo lejos, desde el lado opuesto al que se dirigía.

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No esperaba recibir la respuesta de Sonia, aunque no es por eso que la voz de la muchacha le resulta tan inquietante.

“Ella nunca me contesta cuando llego. Si me ha devuelto el saludo es porque su madre no está”

Esos dos no suelen coincidir sin que Carla capitanee la escena. En las contadas ocasiones en las que se han encontrado a solas, Sonia nunca ha disimulado su disgusto frente a ese indeseado intruso doméstico. No en vano, no hay peor pesadilla, para una estudiante, que el profesor más odioso del instituto se meta en su casa para suplantar a un padre que, según ella, nunca hubiera tenido que abandonar el hogar.

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-¿No está tu madre?-   pregunta mientras se asoma por el cuarto de la chica.

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Sin mediar palabra, Sonia niega con la cabeza. Ni siquiera ha levantado la vista, pues su atención permanece monopolizada por el móvil que sostiene entre sus manos.

Está acomodada sobre su cama, y unos grandes cojines ejercen de soporte lumbar entre ella y la pared. Va descalza y lleva una camiseta de cuello muy holgado que le deja libre un hombro.

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-¿Qué miras?-   pregunta ofendida ante la persistente presencia de su padrastro.

-Nono. Estaba pensando…-   apartando la vista de las tetas de Sonia   -¿Dónde está?-

-Tenía reunión con el A.M.P.A.. Te lo dijo. ¿No te acuerdas?-   volviendo a ignorarle.

-!Dios! Es verdad-   mientras se palmea la frente   -Se me ha olvidado por completo-

-No tendrías que haber venido. Hay veces que terminan muy tarde-

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Jacinto hace un esfuerzo titánico para dejar de observar esos preciosos pechos adolescente, y se encamina por el pasillo hasta llegar al salón. No tiene claro su futuro más inmediato.

“¿Me quedo? ¿Me voy? No me apetece cocinar, pero puede que Carla ya venga cenada. Quedamos que hoy no nos veríamos, pero...”

Antes de que pueda llegar a una conclusión, percibe la presencia de su hijastra tras de sí.

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SONIA:      ¿Todavía estás aquí?

JACINTO:  ¿Es que quieres echarme?

SONIA:      Esta no es tu casa, no lo olvides.

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La chica no se detiene. Ha accedido a la nevera y, tras abrir la puerta de la misma, observa su contenido con una curiosidad poco entusiasmada. Mientras suspira, voltea la cabeza para percatarse, de nuevo, de la presencia de su profesor de lengua.

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SONIA:      ¿Me estás mirando otra vez? Córtate un poco, ¿no?

JACINTO:  A ver: estás aquí y yo también.

SONIA:      Sí, por desgracia.

JACINTO:  ¿Quieres que me ponga de cara a la pared para no verte?

SONIA:      Sería una mejora, pero si te vas mejor.

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Jacinto esgrime una media sonrisa ufana evidenciando que la hostilidad de la niña se torna contraproducente cuando llega a sus oídos. No es que le traiga sin cuidado, al contrario. En su larga lista de vicios, el sadomasoquismo ocupa un buen lugar, y los menosprecios de esa chiquilla impertinente no hacen más que alimentar sus deseos de darle unos buenos azotes en el culo.

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-¿De qué te ríes?-   pregunta Sonia tras desistir de sus pretensiones alimenticias.

-De ti-   contesta sin reparos   -No puede ser que te caiga tan mal-

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La chica le mira fijamente al tiempo que rodea su posición para sortearlo y seguir su camino de regreso a la habitación. Esa proximidad repentina evidencia la diferencia de sus respectivas estaturas, y obliga a Sonia a levantar la cabeza de un modo que minimiza su pretendida displicencia.

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-Al menos no me mires el culo-   susurra con desdén.

-Te lo tienes muy creído, ¿no, niña?-   contesta tras hinchar sus pulmones.

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Sonia empieza a andar hacia atrás, con sus pasos descalzos, para no darle la espalda a ese depravado de aliento mentolado.

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SONIA:      Solo me creo lo que tú me dijiste. ¿Te acuerdas?

JACINTO:  Lo que se dice en el "Yo nunca" se queda en el "Yo nunca". Son tus propias palabras.

SONIA:      Lo que tú digas.

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La chicha ha elevado el tono de su voz para que, tras voltearse, su interlocutor pueda escucharla desde la otra punta del pasillo. Un sonoro portazo pone fin a tan truculenta conversación.

“Esta nena me va a matar. Sabe cómo provocarme, y está tan, tan buena...”

No solo se trata de eso, pues el contexto que rodea a tan tensa relación no está exento de un morbo relevante y multifactorial: el hecho de que Sonia sea m[...] de edad, de que sea su alumna, de que sea la hija de su pareja, de que conozca la inapropiada atracción sexual que suscita en ese indecente jefe de estudios…

“Muy sincera eres tú cuando hablas, pero ¿qué hay de tus gestos?”

La moza suele estar callada, delante de él, cuando Carla está presente. Lo hace por respeto hacia su madre, pues su afilada sinceridad podría detonar esa supuesta familia apedazada; pero en sus silenciosas miradas cómplices hierven los secretos.

Jacinto enciende la tele y se sienta en el sofá sin dejar de pensar en la ruda tensión sexual que percibe entre esa niña y él mismo. Se esmera en recordar las comprometedoras frases que le propinó la joven, de madrugada, para sonsacarle la verdad en aquella peculiar partida de "Yo nunca":

Yo nunca le he sido infiel a mi… … a Carla Belmonte. Nunca he pensado en la hija de mi novia cuando me masturbo.

Así mismo, no puede olvidar las palabras más descaradas que jamás le ha soltado tan atrevida muchacha.

Mi madre dice que tienes una polla muy gorda y que follas muy bien.

Jacinto se sofoca. Si esas intimidades fueran desveladas por cualquier otra mujer, de forma tan desinhibida, dicha actitud sería susceptibles de tendenciosas interpretaciones, pero, tratándose de Sonia, es mucho más difícil sacar el agua clara.

Nunca he pensado que el actual profesor de literatura es guapo.

“Bebió, vaya si bebió”

El lejano sonido del grifo de la ducha lo devuelve al presente.

“Sonia suele ducharse por la mañana. Es posible que se le hayan pegado las sábanas, hoy”

Jacinto se masajea el miembro mientras imagina como sería enjabonarle las tetas a aquella niña tan respondona.

“!Dios! Tengo que parar o terminaré por violar a esa zorrita”

La idea de salpicarle la cara con sus flujos más íntimos empieza a sacarle de quicio. No en vano, lleva muchos meses soñando que se folla a la hijita de su pareja.

La casa es de nueva construcción; amplia, limpia, sobria… El pretérito divorcio de esa mujer le reporto otros beneficios, pero, sin duda, dicho inmueble es el mejor de todos. No está lejos del Gregorio Marañón y el barrio es magnífico. Jacinto se ha planteado el sentar la cabeza e instalarse en aquella vivienda definitivamente; convertirla en su hogar.

“Tengo que comportarme como es debido. Mientras no meta la pata tendré un domicilio ideal, una buena cocinera, una infiltrada en el A.M.P.A., una amante madura, aunque entregada...”

Ignorando por completo la estéril programación televisiva, intenta domar unas ideas que transitan por el resbaladizo sendero de un pensamiento mojado por el alcohol. Un pequeño eructo inquieta, sutilmente, su pose meditativa.

A diferencia de Martín, de Manuel o de Andrés, Jacinto no es una persona honorable. Suele moverse por puro egoísmo, acostumbra a mentir y lleva mucho tiempo sin amar a nadie. No obstante, no tiene maldad y no goza de malos sentimientos.

“Me parece que no ha cerrado la puerta. ¿Y si se trata de una provocación? Bien podría ducharse mañana”

No es la primera vez que esas ideas revolotean por su mente, pues son muchas las ocasiones en las que la niña se ha paseado delante de él muy ligera de ropa; haciendo gala de una mirada indescifrable que esconde su sentido tras una fría expresión.

“Lo del sábado pasado... Puede que el alcohol la convirtiera en un ser más amable, pero...”

Sonia parecía una persona distinta cuando Jacinto fue a recogerla de madrugada. La chica le propuso que se fueran de fiesta juntos, y que él la invitara a copas. Ante la negativa a su petición, terminó consiguiendo que su padrastro se quedara con ella un buen rato y se prestara a jugar al juego de las verdades.

“Me colmó de reproches y subrayó lo mal que le caigo, pero, aun así, disfrutaba de mi compañía”

Sin trazar ningún plan, ese tipo tan pensativo ha abandonado su cómoda plaza para avanzar, con sigilo, hacia el pasillo.

“Ahí lo tienes. Se está duchando y ni siquiera ha cerrado la puerta, solo la ha ajustado”

Empieza a segregarse adrenalina en su cerebro y, consecuentemente, se incrementa su frecuencia cardíaca y se dilatan sus vías respiratorias.

“No, nono. No. Non 0 nonó. ¿Es que no han servido de nada mis reflexiones? Carla puede llegar de un momento a otro”

La idea de que esa mujer pueda sorprenderle follándose a su hija consigue pararle los pies, aunque se conoce demasiado bien para ignorar que dicho peligro le resulta muy afrodisíaco.

“Si de verdad me está buscando, me encontrará, pero no ahora”

Sabe que el alcohol no suele ser un buen consejero, y no olvida que mancillar a una muchacha tan joven podría acarrearle una infinidad de problemas legales, profesionales, conyugales…

Con las manos en la cabeza, hace uso del poco aplomo que le queda para regresar a su asiento. Después de recuperar el mando, sube el volumen de la tele e intenta discriminar sus peligrosas ocurrencias. Cambia de canal, durante unos minutos, en busca de algo que llame su atención, pero acaba rindiéndose.

“Está claro que cuantos más canales hay peor es la programación”

Su zozobra se engrosa tras la aparición de Sonia en el salón. La niña lleva, tan solo, una diminuta toalla blanca que a duras penas puede cubrir sus gloriosas vergüenzas. Con su pelo rojo empapado tapando parte de su rostro, cruza la estancia para acceder a la terraza, donde hay la ropa tendida, pero sus intentos de abrir la puerta resultan del todo infructíferos.

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-Joh. Menuda mierda-   protesta disgustada   -Le dijiste a mamá que la arreglarías-

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Jacinto no ha dejado de seguir la trayectoria de la chica, por el rabillo del ojo, de un extremo al otro del salón. Sus cejas levantadas y su diminuta boquita apretada no le conceden mucha seriedad.

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JACINTO:  Se puede abrir si haces mucha fuerza.

SONIA:      Pues yo no puedo. Ábremela, va.

JACINTO:  ¿Acaso tengo cara de ser tu esclavo?

SONIA:      Tienes cara de muchas otras cosas, pero…

JACINTO:  Entonces no me hables como si fuera un sirviente.

SONIA:      … … … … Por favoo0r.

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Con expresión de perdonavidas, se levanta y se acerca a ella. Sonia se aparta un poco para cederle el paso, pero no demasiado. Impresionada, se percata del enorme bulto que deforma el perfil de los pantalones grises de su padrastro, quien no ha intentado disimular su clamorosa erección en ningún momento.

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-Pero… … !Tío!… … !¿Qué es  lo  que te pasa?!-   se exclama ofendida.

-¿Y tú me lo preguntas?-   contesta sacudiéndose la responsabilidad.

-No, si encima será culpa mía-   abrazándose a sí misma con cara de asco.

-No… … claro que no-   responde él mirando a su alrededor   -Es culpa de ellos-

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Jacinto señala hacia los obesos luchadores de sumo que combaten al otro lado de la pantalla televisiva. Esa ingeniosa chanza no parece hacerle mucha gracia a la muchacha. Los dos se han olvidado ya de la puerta atrancada que da acceso a la tarraza, y permanecen cautivos de una nueva temática.

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JACINTO:  No sé de qué te sorprendes. Ya sabías que la tenía muy gorda.

SONIA:      !Eh! Menos lobos, caperucita; que no es para tanto.

JACINTO:  ¿Qué no? ¿Tú me has visto bien? ¿Acaso tu madre no estaba en lo cierto?

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Ese crápula vanidoso se pone de perfil y, tras tensar la fina tela de sus pantalones con las manos, adelanta su pelvis y articula su poderos miembro viril otorgándole un movimiento sorprendente.

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-!Vaya! Parece que tiene vida propia-   dice consternada   -Pero las he visto mayores-

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La chica habla sin demasiada convicción, pues esa prominente protuberancia fálica, realmente, escapa de lo común.

Ultrajado, Jacinto se apresura a desabrocharse la bragueta mientras hace gestos de negación con la cabeza.

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SONIA:      !Eh, eh, eeeh! ¿Qué haces, tío?

JACINTO:  Tengo que demostrarte que…

SONIA:      No tienes que demostrarme nada, no te lo he pedido.

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La moza va dando pasitos hacia atrás para salvaguardarse del indecoroso ímpetu de ese hombre abyecto. Es consciente de que su propia actitud carece de inocencia, pero no olvida que la llegada de su madre está al caer y no quiere dar un paso en falso.

El sonido de las llaves en la cerradura de la puerta principal se apresura a darle la razón. Sonia apenas tiene tiempo de escapar de la escena antes de que la mujer entre en casa. Sorprendida, Carla se dirige a su amado:

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CARLA:  Cariño, ¿qué haces aquí? ¿Solo? ¿De pie?

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Jacinto se apresura a tomar asiento para disimular su erección.

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JACINTO:  No me acordaba de que hoy tenías lo del A.M.P.A..

CARLA:      ¿Y estas huellas mojadas?

JACINTO:  Tu hija se ha duchado, y ha salido a la terraza, a por la ropa tendida.

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[La VUELTA AL COLE 5º]  127 / 262  [SOLA EN CASA]

-por GataMojita-